viernes, 28 de agosto de 2015

Los Dibbuk, almas alejadas de la luz que ansían poseer a los vivos


Podríamos decir que uno de los miedos más frecuentes en la humanidad, ha sido siempre el temor a “perder el control”. A que nuestra mente nos haga olvidar lo que es importante, o más aún, que podamos hacer daño a los demás o a nosotros mismos.
En esencia: perder nuestra identidad. A día de hoy tenemos claro que este tipo de fenómenos tienen su origen en distintos tipos de trastornos, en enfermedades mentales. Ahora bien, si nos adentramos en las tradiciones antiguas, y damos un breve repaso entre el folcklore más clásico, es la perspectiva judía quien nos define una figura demoníaca muy interesante con estas mismas capacidades:
Poseer el cuerpo mortal para adueñarse de la mente, la voluntad… Y ejercer el mal de la forma más afinada y terrible
Estos seres aterradores reciben el nombre de Dibbuks.  ¿Te gustaría saber más sobre ellos?

El Dibbuk, un alma que no ha evolucionado

Los Dibbuks son almas que no han llegado a alcanzar esa integridad o ese curso que el propio Dios espera de la humanidad. Son seres involucionados aferrados a su hambre de ambición, de odio, es el veneno de una voluntad diabólica que aguarda adherirse a otro mortal como un parásito, para así, absorber la vida y la mente de las personas.
La palabra dibbuk significa como puedes intuir “adhesión”. Viene del hebreo y simboliza básicamente al ser maligno que busca volver a vivir en un cuerpo ajeno para cumplir algún propósito. Debido a sus actos negativos mientras era una persona mortal y terrenal, Dios lo somete al “karet” o a ese desarraigo en el cual, vagar en penitencia por sus malos actos. Lejos de mostrar arrepentimiento o mostrar una voluntad humilde ante el castigo, el Dibbuk suele reaccionar desplegando con más intensidad sus malas artes.
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Los dibbuks, además, son un ejemplo del concepto de alma dentro de la tradición judia. En su reverso, estará el Ibbur, esa entidad capaz de “impregnarnos” de una forma positiva. Esta forma de posesión por un alma ajena noble y positiva, tiene una finalidad enriquecedora con la cual, la persona puede estar más cerca de Dios. Cabe decir que en el Talmud no se habla propiamente de los dibbuks, pero sí de las almas desencarnadas.
Ahora bien, La Cábala nos explica que la forma de alejar a este tipo de almas malignas de un cuerpo mortal, es a través del exorcismo. Y para ello, debe hacerse del siguiente modo:
  • Debe tocarse el shofar, un instrumento musical que en realidad, no es más que un cuerno de carnero: ahora bien, el sonido es estremecedor. Debe hacerlo un rabino experto en la Cábala.
  • El exorcismo se hará en compañía del rabino acompañado de 10 personas y en una sinagoga.
  • El oficio ser hará en círculo, repitiendo el Salmo 91, mediante el cual, entrar en contacto con el Dibbuk y obligarlo a que deje el cuerpo.
Es un concepto que queda más en la tradición y la leyenda, pero eso no quita que en nuestra actualidad siga muy presente ese miedo, o la sombra de “ser que es capaz de poseer y hacer daño a los demás”. De hecho, en el 2004 salió a los medios una curiosisima noticia que nos rompió, por así decirlo, algunos esquemas.
A raíz de una subasta en Ebay de un mueble para almacenar vinos, se descubrió que en esa caja de madera podía estar contenida el alma malévola de un Dibbuk.
La historia fue tan enrevesada como peculiar, puesto que según dejaban entrever, estos entes malignos podían quedar contenidos en objetos físicos.
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El propietario de ese pequeño mueble era un sobreviviente del holocausto nazi. Según se explicó, lejos de ser un “mueble bar” era en realidad una caja que una anciana utilizaba para dejar sus utensilios de costura. Pero durante prácticamente toda su vida la mantuvo cerrada y bien custodiada porque en su interior, había atrapado el alma de un ser desencarnado que buscaba ante todo causar el mal en su hogar. Un Dibbuk.
Cuando abrieron posteriormente el mueble, encontraron varios mechones de cabello, dos peniques de 1920, y una pequeña figurita con las palabras “Shalom” grabadas en ella. Cuando los primeros compradores la abrieron por primera vez, enfermaron, algunos fallecieron de un ataque al corazón, sus negocios empezaron a fracasar, y percibieron incluso cómo se les caía a el pelo, y cómo la casa, se llenaba de un extraño olor a amoniaco.
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A día de hoy, la caja Dibbuk permanece cerrada en un museo de Missouri. Y así seguirá durante mucho tiempo…
Curiosas tradiciones que sin lugar a dudas, merecen formar parte de nuestro espacio. Y ahora dinos ¿existe en tu país algún tipo de entidad que también busca “poseer” el cuerpo de las personas?
Real

 
Caja real

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