lunes, 15 de octubre de 2018

¡Terrible! Personas que documentaron su propia muerte


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Ricardo López

¡Terrible! Personas que documentaron su propia muerte
Ricardo López fue un acosador estadounidense de 21 años, de origen uruguayo, conocido por suicidarse ante una cámara casera el 12 de septiembre de 1996, después de confesar el macabro plan de asesinar a la cantante islandesa Björk, de quien se encontraba profundamente obsesionado.
En su descenso a la locura, López había dejado más de 800 páginas y 18 horas de grabación con declaraciones sumamente perturbadoras. En todo este material hablaba sobre sus problemas sociales, mentales y de autoestima. Además dejaba al descubierto su intención de cometer homicidio por la reciente relación de Björk con Goldie, siendo el último video titulado “El último día: Ricardo López”, el más impactante. En él, con su cuerpo completamente desnudo, rapó su cabello, se pintó el rostro de rojo, verde y negro. Acto seguido, acabó con su vida con un disparó en el paladar.
Fue mediante esta horrible grabación que la policía del condado de Broward pudo advertirle al departamento policial de Scotland Yard, en Londres, sobre la bomba que este sujeto había enviado a la residencia de Björk. Afortunadamente, las autoridades encontraron la bomba antes que llegara a su destino final.

Martin Manley

¡Terrible! Personas que documentaron su propia muerte
Controlar cuándo, dónde y cómo morir era lo que quería hacer Martin Manley, periodista deportivo que terminó con su existencia de un disparo en la cabeza, el mismo día de su cumpleaños número 60.
A pesar de que su vida era, en cierto modo, privilegiada, y que gozaba de plena salud, en su blog “Mi vida y muerte 1953-2013”, Manley expuso sus razones sobre por qué tendría la despedida “más organizada de la historia”, la cual planificó tan meticulosamente que incluso dejó preparado cómo sería su funeral.
“La idea de estar en un hogar de ancianos, discapacitados físicos o mentales era la cosa más espantosa que jamás había pensado, por lo menos en esta tierra,” razonaba.
Ese temor a envejecer motivó a Manley a que el 15 de agosto del 2013 llamara a una estación policial para reportar un suicidio. Minutos después de terminar con la llamada se despidió de este mundo, a su manera.
El periodista se había encargado de documentar en su página personal, durante meses, recuerdos de la infancia, relaciones amorosas y pormenores acerca de su desenlace. Prefirió hacerlo de esta manera para “no dejar nada a la imaginación”. Esperaba que sus familiares y amistades comprendieran sus motivos, sin que tuvieran que especular absolutamente nada. Todas las respuestas estaban ahí, tal vez para que al igual que él, se sintieran en paz con lo que había decidido, porque Manley era muy querido entre colegas y amigos.

Edwin Katskee

¡Terrible! Personas que documentaron su propia muerte
El doctor Edwin Katskee llevó su interés por ayudar a otros al límite, sacrificó su vida al inyectarse cocaína para estudiar los efectos de esta droga que estaba en auge en la época y era el anestésico local más confiable en aquel entonces. Pero el hombre, sin anticiparlo, estaría documentado su propia muerte en un informe que al final no cumplió con sus objetivos.
Como sabrás, la cocaína no era tan segura como se pensaba. Hablamos de un estimulante altamente adictivo que causó más desgracias que beneficios en su aplicación médica. Claramente los especialistas no estaban lo suficientemente informados sobre los peligros del popular anestésico, ni mucho menos habían determinado cuál era la dosis “aceptable” o “tolerable” en la administración del fármaco antes de prescribirlo. Y esto era exactamente lo que pretendía resolver el doctor Katskee, quien murió por una sobredosis accidental, durante su experimento en 1936.
En lo que pudo avanzar con el estudio, escribió una serie de observaciones, como que sentía los ojos ligeramente dilatados, con visión excelente. Seguidamente, “ahora puedo ponerme de pie. Recuperación parcial y me fumo un cigarrillo”. Pero rápidamente las respuestas físicas del doctor Katskee comenzaron a decaer. A medida que avanzaban sus escritos, casi nada de lo que allí plasmaba podía entenderse. Las letras se entremezclaban, una a una. Salvo un párrafo en el que manifestaba el deseo de que sus hallazgos fueran verdaderamente útiles para la ciencia, ya que presentía que no podría volver a repetir el experimento.
Y razón tenía acerca de esto, esa sería la última vez que Katskee intentara hacer cualquier otra cosa en su vida. Las observaciones sobre los efectos de la cocaína concluyeron con la palabra “parálisis”… un punto y final rotundo a las aspiraciones del noble doctor, pues suponen quienes leyeron este material que al escribirla, posiblemente cayó tendido en el suelo.

Prasad

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Prasad, un hombre indio de 32 años, estaba atravesando un momento difícil. Había invertido casi toda su fortuna en un negocio fraudulento que lo condujo a la bancarrota. En esos momentos de desolación, recordó una novela en la que un homicida impregnaba con cianuro la hoja de un libro, con la intención de que su víctima se envenenara al tocar la lengua con su dedo para pasar las páginas.
Y así decidió que moriría, con cianuro. La diferencia es que Prasad lo diluiría en agua y documentaría su propia muerte en una carta dirigida a unos doctores interesados por el sabor de esta sustancia tan letal, de la que solo 300 microgramos bastarían para matar a alguien instantáneamente.
Prasad escribió: “Doctores, esto es cianuro de potasio. Lo he probado. Llega lentamente al principio, luego arde toda la lengua y esta se siente dura. El sabor es muy acre. Ahora estoy convencido cuán fácilmente se puede matar a alguien usando esto…”  estas fueron las palabras finales de Prasad.

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