Reencarnación. A día de hoy desconocemos qué ocurre cuando uno llega a su final, cuando la muerte cubre con su manto de oscuridad nuestros ojos y se nos lleva del lado de nuestros seres queridos. ¿Empezamos quizá una nueva vida, en otro cuerpo y en otro país? Eso es lo que nos explican las personas que aceptan y defienden la reencarnación. Un enfoque, para algunos esperanzador, donde diversos testimonios nos aportan historias tan increíbles como desconcertantes.
La historia de Cameron Macaulay es una de ellas. Un caso realmente impactante, que seguro te interesará conocer.
Los tristes recuerdos de Cameron Macaulay
Que un niño de sólo tres años le hable a su madre de su “otra mamá“, no es nada normal. Cameron Macaulay empezó desde muy temprano a explicar a la gente de su alrededor cómo era su otra vida. Con tranquilidad y sin contradicción alguna, relataba cómo era esa “otra mamá”, una mujer cariñosa de cabellos largos. Describía también cómo era la casa en la que vivía, lejos, muy lejos de Glasgow: blanca, grande y cerca de un lugar donde iban y venían aviones.Seguro que puedes imaginar lo que algo así puede suponer para unos padres. Aunque en un principio la madre de este niño escocés lo atribuyó a una imaginación desbordante, las dudas se volvieron más inquietantes cuando, a medida que crecía, los detalles se iban volviendo más definidos, más claros. La “otra casa” de Cameron estaba en la Isla de Barra. Solían ir a jugar a la playa, un lugar tranquilo donde el viento solía acariciar el cabello de su madre. Tenían tres baños en aquella mansión y un perro blanco y negro al que quería mucho. También un coche negro. Sin embargo, había algo que recordaba con especial tristeza: a su padre, un hombre con el cabello de punta, vaqueros rotos y rostro amable. Un hombre que falleció “por no mirar a ambos lados de la calle”.
Aquello no era normal. La madre de Cameron no podía soportar más aquella situación, en especial porque veía a su hijo sufrir por unos recuerdos que, en realidad, nunca había vivido. Fue entonces cuando llamaron a Jim Tucker, director médico de la Clínica de Psiquiatría Infantil y Familiar de la Universidad de Virginia. Un hombre especializado en tratar a niños que recuerdan vidas pasadas. Entre sus obras cabe destacar, por ejemplo, su libro “Vida antes de la vida: Los niños que recuerdan vidas anteriores”. Un hombre reputado que no dudó un momento en conocer en persona al pequeño Cameron Macaulay.
El viaje a la vida anterior de Cameron Macaulay
Tras hablar durante varios días con el pequeño Cameron, el doctor Jim Tucker no lo dudó: debía llevarse al niño y a su madre a la Isla de Barra para averiguar si todo lo explicado por el niño era real. Puede que te preguntes de qué modo pudieron empezar a buscar a esa otra familia del pequeño. La isla no es especialmente grande, pero existen emplazamientos muy similares al descrito por Cameron: una casa blanca al lado de la playa. Pero tenían un dato muy claro: el niño recordaba el nombre de su padre, Shane Robertson. ¿Y existían todos esos detalles, todos esos aspectos?Casi todos. No tuvieron más que consultar un registro y a un historiador y al instante les dieron la dirección de la familia Robertson. Cameron llegó hasta la casa muy ilusionado, impaciente por reecontrarse con su madre, su perro y su casa… pero lo que encontraron en realidad fue una casa vieja, una casa en ruinas y abandonada. Aún así, el niño pudo enseñarle a su madre y al doctor su habitación, sus rincones secretos, los parajes que sólo él conocía. No obstante, a pesar de la excitación por volver a la que había sido su casa, Cameron vivió aquella experiencia con gran tristeza. No llegaba a comprender que el punto temporal donde se situaban sus recuerdos eran los años 60. Habían pasado muchos años. Muchos. El tiempo había pasado y apenas quedaba nada de ese mundo al que él había pertenecido.
Y todo encajaba, desde luego. La casa, el perro, un coche negro de la familia, una pista de aterrizaje cercana… Lo único que no cuadraba en la historia de Cameron era lo que más dolor le causaba: allí había vivido la familia Robertson en los años 60, desde luego, pero no existía ningún Shane Robertson, ningún hombre había fallecido en un accidente de tráfico tal y como recordaba el niño.
Cameron volvió a su casa y a su existencia normal, tranquilo por haber demostrado que lo que sentía era real y que, de algún modo, había entrado en contacto con la que fue su otra vida. Los interrogantes que aún permanecen en su mente tal vez los resuelva con el paso del tiempo. Una historia increíble que la BBC recogió en varios documentales que te invitamos a descubrir. Ahora cuéntanos: ¿Crees en la reencarnación?
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