Entre las aguas del río brasileño de Ingá, la misteriosa
Piedra de Ingá de Paraíba (Brasil) es un tesoro arqueológico que aún a
día de hoy sigue levantando mucha polémica. Cubriendo la mayor parte de
sus 45 metros de longitud y 4 metros de altura hay extraños símbolos
geométricos no identificados, de forma y tamaño variables, y que al
parecer fueron grabados sobre su capa exterior de gneis. Aunque muchos
expertos han especulado sobre los orígenes y el significado de estos
símbolos, hasta el momento no se ha podido demostrar al 100% que alguna
de estas teorías sea un hecho.
¿Es un mensaje de nuestros ancestros para las futuras
generaciones? ¿Existió una civilización desconocida a día de hoy que
poseyera una antigua tecnología olvidada hace milenios? ¿Qué significan
realmente estos símbolos, quién los grabó sobre la pared de roca, y por
qué?
Datado su origen en al menos 6.000 años de antigüedad, la
Piedra de Ingá es una maravilla arqueológica a escala mundial. Hay otras
piedras, además de cuevas, en los alrededores de la Piedra de Ingá, y
que también presentan grabados sobre su superficie. Sin embargo, no
alcanzan el mismo nivel de complejidad en su elaboración y en su estilo
como la Piedra de Ingá. El arqueólogo e investigador Gabriele Baraldi se
tropezó por primera vez con una de estas cuevas en la zona de Ingá en
el año 1988: tras este hallazgo, se encontraron varias más. En total,
Baraldi ha examinado hasta 497 símbolos en las paredes de estas cuevas.
La mayor parte de los grabados de Ingá son de oscuro significado, aunque
algunos de ellos indudablemente representan elementos celestiales,
observándose dos que son prácticamente idénticos a la Vía Láctea y la
constelación de Orión.
Otros petroglifos han sido interpretados como animales,
frutas, armas, figuras humanas, antiguos (o imaginarios) aeroplanos o
pájaros, e incluso un primitivo índice de las diversas historias
dividido en secciones con cada uno de los símbolos conectado al número
correspondiente de su capítulo. El Padre Ignatius Rolim, profesor de
griego, latín y teología, ha afirmado que los símbolos de la Piedra de
Ingá son similares a los de antiguos grabados fenicios. De hecho Rolim
fue uno de los primeros en plantear esta teoría. Otros investigadores
han observado que los símbolos podrían estar relacionados con las
antiguas runas, y aún más han confirmado sus similitudes en complejidad y
disposición lineal con un posible corto pasaje de escrituras
religiosas. Otro investigador de origen austríaco, Ludwig Schwennhagen,
estudió la historia de Brasil a principios del siglo XX, descubriendo
importantes conexiones entre la apariencia de los símbolos de Ingá, no
solo con la escritura fenicia, sino también con el demótico (vinculado
más habitualmente a documentos escritos, tanto literarios como de
negocios) del antiguo Egipto. Hubo incluso investigadores que hallaron
un notable parecido entre los grabados de Ingá y el arte aborigen
hallado en la isla de Pascua.
Algunos antiguos historiadores se embarcaron en la tarea de
estudiar más de cerca cada uno de los símbolos, como por ejemplo el
autor e investigador Roberto Salgado de Carvalho. Los círculos
concéntricos que aparecen grabados sobre la Piedra de Ingá podrían tener
según este experto relación con símbolos fálicos, mientras que las
formas espirales podrían significar viajes o desplazamientos
transcosmológicos, debidos probablemente a trances chamánicos, estados
alterados de conciencia o incluso la ingesta de alucinógenos, mientras
que las formas similares a la letra «U» podrían simbolizar un
útero/vagina, renacimiento o una entrada/puerta, siempre según Salgado
de Carvalho. La serie de símbolos, en este sentido, puede por tanto
apuntar a una antigua fórmula grabada sobre la Piedra de Ingá, utilizada
posiblemente para acceder a una «puerta al mundo sobrenatural,» en
palabras del propio Salgado de Carvalho. Otros investigadores han
planteado la posibilidad de que estos antiguos grabados fuesen una
advertencia a las futuras civilizaciones de la proximidad (o quizás de
la reciente superación) de un desastre de alcance mundial, a través del
cual las gentes de la época habrían conservado brevemente su tecnología
procedente de una civilización anterior. Por otro lado, la posible
presencia de más de un lenguaje grabado sobre la piedra nos lleva a
plantear todo un nuevo conjunto de posibilidades.
Al no existir pruebas históricas hasta la fecha que
vinculen la representación de estrellas y constelaciones con los nativos
brasileños de esta época, es posible que los artistas autores de los
grabados formaran parte de una civilización nómada, o grupo humano que
se encontrara visitando temporalmente la región. Algunos insisten en que
las herramientas líticas habituales para realizar grabados en la época
habrían sido suficientes para que aquellas antiguas culturas indias
crearan estos petroglifos con un esfuerzo y una habilidad notables. Otra
teoría, propuesta por Baraldi, sostiene que una antigua civilización
hizo uso de procesos de energía geotérmica para crear estos símbolos
utilizando los moldes y conductos de lava de volcanes inactivos.
También se ha tenido en consideración además una popular teoría de contacto extraterrestre, al ser los símbolos de Ingá tan diferentes del resto de los hallados hasta el momento en la zona, planteando incluso algunos investigadores, como Claudio Quintans, del Centro Paraibano de Ufología, la posibilidad de que una nave espacial hubiera aterrizado en la zona de Ingá en tiempos remotos y los símbolos fueran trazados por los propios visitantes extraterrestres sobre las paredes de roca. Aún hay otros, como Gilvan de Brito, autor de «Viaje a lo desconocido», que asumen la teoría que equipara los símbolos de la Piedra de Ingá con antiguas fórmulas o ecuaciones matemáticas que explicarían la energía cuántica o la distancia recorrida en viajes entre diferentes cuerpos celestes, como por ejemplo la Tierra y la Luna.
También se ha tenido en consideración además una popular teoría de contacto extraterrestre, al ser los símbolos de Ingá tan diferentes del resto de los hallados hasta el momento en la zona, planteando incluso algunos investigadores, como Claudio Quintans, del Centro Paraibano de Ufología, la posibilidad de que una nave espacial hubiera aterrizado en la zona de Ingá en tiempos remotos y los símbolos fueran trazados por los propios visitantes extraterrestres sobre las paredes de roca. Aún hay otros, como Gilvan de Brito, autor de «Viaje a lo desconocido», que asumen la teoría que equipara los símbolos de la Piedra de Ingá con antiguas fórmulas o ecuaciones matemáticas que explicarían la energía cuántica o la distancia recorrida en viajes entre diferentes cuerpos celestes, como por ejemplo la Tierra y la Luna.
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