Planeta Azul trato de documentarse, sobre la vida y existencia de Enoc
en la Biblia; y nos llamó supremamente la atención, que allí se habla
muy poco sobre él, pero investigando un poco pudimos comprobar que había
más información sobre el mismo en un evangelio apócrifo, concretamente ”
El libro de Enoc”. Allí se dice de él, que no murió sino que fue al
cielo en un carro de fuego. Este libro fue escrito mucho antes de la era
cristiana y está lleno de simbolismo, que ha sido lo que realmente nos
ha llamado la atención. Este libro habla de todas las vivencias
sobrenaturales de Enoc antes de ascender a los cielos.
Lo más importante es cuando habla del contacto que tuvo Enoc con dos
seres supuestamente extraterrestres, los describe como seres brillantes,
con voces magníficas (evidentemente no dice que fueran extraterrestres…
esa conclusión es apoyada por los ufólogos y teóricos de los antiguos
astronautas actualmente). Para dar más fuerza a la teoría de que Enoc se
encontró con seres de otro mundo, él mismo explica que navegó por los
cielos para visitar otros mundos “en una especie de Palacio flotante,
era enorme, como de cristal labrado, el suelo tenía placas de vidrio, a
través del suelo se podía ver las estrellas que atravesábamos”.
También cuenta como esos seres extraños le hablaron del Universo y
alguno de sus secretos. También le dicen a Enoc que Dios envió a la
Tierra hace mucho tiempo a sus emisarios ” los vigilantes del cielo “,
estos “vigilantes” se mezclaron con mujeres de la Tierra y crearon una
nueva raza (quizá los gigantes pre diluvianos de los que habla el
Génesis, por lo que aquí tenemos una clara conexión entre el Libro de
Enoc y el primer libro de la Biblia, lo que atestigua la mayor
antigüedad y vigencia de aquel sobre éste). ¿Estaba loco Enoc? ¿Era un
visionario? ¿Realmente contactó con seres extraterrestres? ¿Cómo podía
alguien de esa época inventarse historias sobre otros mundos o planetas
cuando en la época no había más consciencia de la que aseguraba que la
tierra era plana y muy limitada? ¿Casualidad?
El caso es que Enoc sigue hablando en el libro sobre cosas que solo
pudieron ser confirmadas miles de años después, cosas que dice que le
revelaron los seres luminosos: Habla de las órbitas lunar y solar, habla
del movimientos de los planetas, los cometas, la densidad de las
estrellas, dice que la Tierra tarda 365 en dar la vuelta completa al
Sol, describe perfectamente el movimiento Lunar, etc… También asegura
que existen más planetas y sistemas solares repartidos por todo el
mundo. El cronista del Pentateuco (es decir, de los cinco libros
atribuidos a Moisés) dice que el profeta Enoc vivió 365 años. Las
primeras noticias acerca de la existencia del Libro de Enoc llegaron a
Europa hacia comienzos del siglo XVIII. No murió sino que fue arrebatado
y llevado a los cielos por un carro de fuego. Veamos ahora un informe
del astronauta Enoc que viaja por el espacio: “Condujeron me entonces a
los cielos.
Yo entré hasta detenerme frente a un muro, que parecía hecho de sillares
de cristal y estaba rodeado de lenguas de fuego. Al verlo sentí temor,
pero atravesé las lenguas de fuego y me vi ante un gran palacio hecho de
cristal labrado. Las paredes de aquel palacio semejaban un suelo
embaldosado de placas de vidrio y el piso era también de cristal.
Eltecho era como el firmamento de las estrellas y los rayos, habitado
por querubines de fuego, y la cubierta parecía como de agua.
Un océano de fuego rodeaba las paredes, y las puertas también ardían de
resplandor. Luego llegué a otro palacio o morada, más grande que el
anterior. Todas sus puertas estaban cubiertas de par en par. Era algo
nunca visto en magnificencia, lujo y grandeza. El suelo era de fuego,
los cielos rasos de rayos y círculos de estrellas, y el techo de vivas
llamaradas. Allí divisé un trono muy alto Parecía como constelado de
rocío y relucía todo alrededor como el sol a mediodía.
Por
debajo del trono brotaban torrentes llamas, y no se podía mirar de
frente. En el trono estaba sentada la gran Majestad; sus ropas relucían
más que el sol y eran más blancas que la nieve pura. Diez mil veces diez
mil consignatarios la rodean, y tienen poder para hacer todo cuanto le
place. Y los que se hallan a su lado no se apartan de ella ni de día ni
de noche, no se alejan un punto. Entonces me sacaron de allí y me
condujeron a otro lugar. Vi los parajes de las luces y los pañoles que
guardan los rayos y los truenos. Vi el nacimiento de todas las aguas de
la tierra y el nacimiento de los abismos. Vi el sillar fundamental de la
Tierra, y vi los cuatro vientos que sustentan la Tierra y la fortaleza
del firmamento. Vi los vientos del cielo que sustentan y mueven el disco
del Sol y todas las estrellas. Vi los vientos que arrastran las nubes
sobre la Tierra; vi los caminos de los ángeles, y en el confín de la
Tierra vi la fortaleza del firmamento sobre ella. Vi un abismo
insondable con columnas de fuego celestial, y vi que las columnas de
fuego caían hacia abajo y no podía sondearse su profundidad ni su
altura.
Después de este abismo vi un lugar donde no existía la fortaleza del
firmamento, ni la tierra firme abajo, ni el océano. Allí no alentaba ni
siquiera un pájaro; era un lugar desierto y temeroso. Allí vi siete
estrellas como siete montañas terribles. Cuando pregunté qué era aquel
lugar, el ángel me dijo: “Éste es el confín donde terminan el cielo y la
Tierra”. Y pasé adelante hasta llegar a un lugar donde no había nada. Y
había en él un fuego que llameaba, inextinguible, y aparecía cortado
por abismos sin fondo en donde se precipitaban grandes columnas de
llamas…”.Enoc describe inequívocamente su participación en un viaje
espacial, empleando las comparaciones que le permitía su vocabulario y
que suscontemporáneos podían entender para hacerse una idea del
acontecimiento. Como en el caso de Ezequiel, la narración empieza cuando
el módulo de aterrizaje despega al encuentro de la nave nodriza.
A partir de este momento, Enoc no sale de su asombro y su espanto. El
cronista ignora de qué materiales está construido el módulo espacial. El
casco, con su revestimiento antitérmico exterior, ha de parecerle
forzosamente de cristal, pues esto lo había él y sus contemporáneos en
los templos y palacios. Recordemos: “Una cosa que se parece a…”. Las
toberas de los cohetes, funcionando ya para el despegue, escupen lenguas
de fuego. El interior del vehículo, hecho de materiales análogos a los
del casco, también se parece a una construcción de cristal. Lo que Enoc
confunde con el techo no es, evidentemente, sino el firmamento visto
desde una escotilla.
Claro que el primitivo desconoce la existencia de un cristal
refractario, cuya transparencia deja ver las estrellas. El mar de fuego
que rodea el módulo espacial no es otra cosa sino la intensa luz solar,
no atemperada por ninguna atmósfera, que baña el escudo exterior
reflectante del casco. Por sencillo que sea el texto, ni siquiera
nosotros podríamos entenderlo si no hubiéramos visto las maniobras de
ataque espacial, realizadas por las estaciones americanas y rusas. Como
aquella en que los dos vehículos se acoplaron y los rusos pasaron a
través de una escotilla, de su pequeña cápsula a la más espaciosa de los
americanos. En una maniobra semejante, aunque a escala mucho mayor,
toma parte Enoc cuando dice que llegó a otro “palacio o morada” mayor
que el anterior. Una vez más les fascina la orgía de reflejos y luces
(lo cual es comprensible, si tenemos en cuenta que él estaba
acostumbrado a vivir en una reducida y lógica tienda).
De nuevo le faltan las palabras corrientes para contar a sus paisanos
sus impresiones de la aventura. Allí en la casa grande es conducido a
presencia del jefe de la expedición, de la “gran Majestad”. Para Enoc no
puede ser otra cosa sino una gran majestad, puesto que todos le
obedecen y él no recibe órdenes de nadie. El atuendo del comandante le
parece relucir más que el Sol y ser más blanco que la nieve. Tales
comparaciones no deben asombrarnos; recordemos que Enoc y los suyos
llevaban ropas bastas, hechas de pelo de cabra. El traje de astronauta
le parece tan majestuoso, que se pierde en exageraciones absurdas en
apariencia. Hay que estar ciego para seguir aceptando que esa
descripción de una cápsula espacial es una “visión”, un sueño o un
arrebato místico.
La evasiva hacia lo que no puede verificarse es inadmisible cuando la
observación es tan exacta que no puede corresponder de ninguna manera a
los balbuceos de un visionario. Pero Enoc menciona, asimismo, una larga
serie de datos y cifras que acaban de reducir a la más completa nulidad
las desesperadas objeciones de los partidarios de la interpretación
sobrenatural. “Vi los pañoles que guardan los rayos“. Desde luego, ésa
no es una observación que pueda hacerse desde la joroba de un camello.
En cambio, a enormes alturas sí pueden identificarse los “pañoles” de
donde sale el rayo. Se sabe que los relámpagos son tremendas descargas
en forma de chispa; entre nubes de distinta carga eléctrica se forman
unos canales de ionización. Sólo cuando estos canales interceptan un
accidente del suelo, u otro frente de nubes electrizado, se produce la
descarga principal y las “columnas de llamas celestiales”. Hasta que
esto ocurre, es como si el potencial del rayo estuviese almacenado en un
pañol. Tengamos un poco de indulgencia para con Enoc!
Él
no tenía ni idea de lo que era la electricidad, ni conocía el inmenso
resplandor que produce en la alta atmósfera una descarga completamente
corriente, de una energía equivalente a unos 100 kilovatios/hora. Las
tensiones pueden llegar fácilmente a varios centenares de millones de
voltios. Naturalmente, a la altura en que presenciaba Enoc estos
fenómenos era el fuego del cielo! Dice el profeta que vio el nacimiento
de todos los caudales de la Tierra; describe la tierra de nadie en la
alta atmósfera, adonde no llegan los pájaros, asi como la zona
mortalmente helada donde desaparecen los horizontes, “el confín donde
terminan el cielo y la Tierra”.
Como se ve, los evangelios apócrifos nos permiten conocer muchas cosas
que no están incluidas en la Biblia, estos libros cuentan con tanta
credibilidad como los 4 elegidos por la Iglesia, incluso son más
confiables, ya que no están manipulados por la corrupta “mano”
eclesiástica. En estos libros, al igual que en la Biblia se encuentran
abundantes avistamientos de ovnis, encuentros y contactos con seres
extraterrestres que maravillaron a la gente de aquella época con su
ciencia y tecnología, a la que llamaron milagros o manifestaciones
divinas. Tenía que haber una respuesta racional a todo aquello que
sucedió hace miles de años, y el estudio de los ovnis nos permite
conocer esa respuesta, al lado siempre, de la verdad. Los “malach”, o
“mensajeros” en hebreo, el lado oculto e incomprensible de Dios, serían
en realidad seres inmateriales que no tienen nada que ver con los
tripulantes de los ovnis. Es notable que la presencia de ambos, seres
angélicos y extraterrestres, se entremezclen en los relatos antiguos en
diferentes episodios.
Veamos, brevemente, algunos episodios incómodos para la religión judeo
cristiana. “Me llevaron a un lugar donde los que están son como fuego
abrasador, y cuando quieren, se aparecen como hombres”. Libro 1 de Enoc.
17,1. El texto en mención —escrito supuestamente por Enoc, un personaje
del Antiguo Testamento— forma parte de las tres copias recuperadas por
el famoso explorador James Bruce, cuando en 1773 retornó de su trabajo
de seis años en Abisinia. Esta información, misteriosamente, se había
perdido luego del denominado Concilio de Laodicea, en el Siglo III. Del
“Libro de Enoc” existen dos traducciones al inglés, hechas por R.
Lawrence (1821) y por R.H.Charles (1912).
En los siguientes años, salieron a la luz diversas partes del texto
original en griego, y más tarde, con el descubrimiento de los Rollos del
Mar Muerto en Qumran, aparecieron siete copias fragmentarias en texto
arameo, que se encuentran actualmente en el Museo del Libro en
Jerusalén, confirmando lo dicho en las copias traducidas. Sus
desconcertantes afirmaciones, hay que decirlo, ha causado gran
controversia entre los eruditos. Y es que Enoc no sólo describe sus
“encuentros cercanos” con aquellos seres venidos del cielo, sino que
aporta más luces a un hecho perdido que se menciona en la mismísima
Biblia, concretamente en el Capítulo 6 del Génesis: la unión de los
“Hijos de Dios” con “Las Hijas de los Hombres”.
En el “Libro de los Vigilantes” de Enoc, se afirma lo siguiente:
“En aquellos días, cuando se multiplicaron los hijos de los hombres,
sucedió que les nacieron hijas bellas y hermosas. Las vieron los
ángeles, los hijos de los cielos, las desearon y dijeron: Escojámonos de
entre los humanos y engendremos hijos.
Semyasa, su jefe, les dijo:
—Temo que no desean que tal acción llegue a ejecutarse y sea yo quien pague por tamaño error. Le respondieron todos:
—Juremos y comprometámonos, bajo anatema, entre nosotros, a no cambiar esta decisión y a ejecutarla ciertamente.
Entonces juraron todos de consuno y se comprometieron a ello bajo
anatema. Eran doscientos lo que bajaron a Ardis, que es la cima del
monte Hermón, al que llamaron así porque en él juraron y se
comprometieron bajo anatema. Estos eran los nombres de sus jefes:
Semyasa, el jefe supremo; Urakiva, Rameel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel,
Daniel, Ezequiel, Baraquiel, Ásael, Armaros, Batriel, Ananel, Zaquiel,
Samsiel, Turiel, Yomiel y Araziel”
La escena del descenso de los 200 Vigilantes “venidos del cielo” es
descrita detalladamente por Enoc. Y este acontecimiento, en contra de la
idea general de que sucedió hace unos pocos miles de años, en realidad,
ocurrió en tiempos más lejanos.
Para tener una idea de este extraño episodio, recordemos de que el
Génesis bíblico cita al propio Enoc como un patriarca longevo de una
séptima generación después de Adán (Génesis 5:18). Como recordamos, más
tarde aparecerán hombres muy notables como Matusalén y Lamec, este
último padre del célebre Noe, quien acorde al conocimiento que hemos
recibido en la experiencia de contacto, era un superviviente de la
discutida Atlántida.
Desde luego, el “Diluvio Universal” alude al cataclismo que terminó con
la isla de Platón, y que dicho sea de paso muchas culturas del mundo
recuerdan vivamente en sus leyendas. Por todo ello, si Enoc pudo
describir lo que pasó en el Monte Hermón -lugar enclavado entre la
actual Siria, Líbano e Israel-, es porque se trataba de un
acontecimiento antiguo: ¿la unión de seres extraterrestres con las hijas
de los hombres de Lemuria? ¿Acaso no eran “ángeles” los enviados del
cielo? Independientemente de la existencia real de los ángeles —como
seres de luz y enviados de Dios— cosmonautas de otros mundos llegaron a
la Tierra y se unieron a la raza humana. Para que ello hubiese sido
posible, teníamos que guardar cierta compatibilidad genética. Y sin duda
la tenemos con más de una civilización extraterrestre.
No sólo la Biblia y los mal llamados “libros apócrifos” mencionan
aquella “mezcla” entre seres humanos y visitantes del cielo; diversas
culturas del mundo atesoran indiscutibles referencias a “los dioses” que
se unieron a las mortales. Por si ello no fuese suficiente —al menos
para pensarlo— existen pinturas rupestres, con una antigüedad de miles
de años, que recrean aquel capítulo controvertido de nuestra historia.
Un ejemplo claro es el arte rupestre que se encontró en 1976 en el
desierto de Tasili (Argelia).
Cuando
la expedición de Rafael Brancas hizo este hallazgo de seguro se llevó
una gran sorpresa: un extraño ser humanoide, ataviado con lo que parece
ser un casco, lleva a tres mujeres de raza negra hacia un objeto
esférico que yace detrás de él. ¿Un hijo del cielo con las hijas de los
hombres? Estas uniones, por lo que hemos comprendido en nuestra
experiencia de contacto, no formaban parte del plan de visita
extraterrestre a nuestro mundo, una “misión” que procura la asistencia y
observación permanente de nuestro planeta. Se habría tratado de un
error de los seres que tenían como encargo cuidar nuestro mundo. Como
fuese, no es el único episodio que revela la presencia de seres físicos
que llegaron del “cielo”.
También está el testimonio de sus naves… o Carros de Fuego. Sentado
junto al río Kebar, en Babilonia, Ezequiel vio a lo lejos un
“torbellino” aproximándose; aquel fenómeno misterioso, de pronto, se
convirtió en una nube de fuego que luego aterrizó con gran estruendo. El
personaje bíblico se encontraba ahora frente a un vehículo deslumbrante
que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y criaturas vivientes.
También
llevaba un trono, sobre el cual iba sentada una “silueta de forma
humana”. Para Josef F. Blumrich —ex ingeniero de la NASA— Ezequiel
estuvo frente a un vehículo concreto y real, y no ante una visión. Si
fue así, ¿a quiénes pertenecía aquel vehículo que volaba ante los ojos
del profeta?3 Y es que uno de los libros antiguos que tendría mayores
referencias a posibles visitas extraterrestres en el pasado es la
Biblia.
Encuentro de Abraham con un ser extraterrestre y su nave espacial,
descrito en el Apócrifo de Abraham 18,11-12, “Detrás del ser vi un
carruaje con ruedas flamígeras, y cada rueda estaba llena de ojos a su
alrededor, y encima de las ruedas había un trono, y este aparecía
cubierto de fuego que fluctuaba en torno suyo”. Una descripción muy
precisa de un ovni, al referirse a ruedas, se trataría de las capas
horizontales que forman la estructura de estos aparatos, menciona además
que cadarueda estaba llena de ojos, se trataría de las ventanillas que
dispone el ovni, y se encuentran ubicadas a esa altura.
Al decir trono, esto hace recordar a las naves pleyadianas, que poseen
la característica de tener una especie de corona en su parte superior. A
pesar que oficialmente la Iglesia Católica y diversas organizaciones
cristianas niegan que los textos bíblicos hagan referencias a encuentros
cercanos con visitantes de otros mundos, lo cierto es que las
evidencias están allí, lejos de tratarse de una “mala interpretación” de
los acontecimientos. Lo preocupante de todo ello es que muchas veces el
fanatismo religioso ha tildado al fenómeno ovni como “manifestaciones
de demonios”.
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