Hay leyendas. Múltiples. Se desprenden de todos los rincones del
planeta, desde tiempos inmemoriales, aunque también existen relatos,
muchos, de expedicionarios, en la literatura, de arqueólogos, de
personas comunes, que aseguran que la faz de la Tierra, alguna vez,
estuvo habitada por gigantes. Pero, ¿hay evidencias?
De la mitología a la Biblia
Siempre hay un mito fundacional. En este caso surge en Epopeya de Gilgamesh (2500-2000 a. C.), la obra épica más antigua conocida, de origen sumerio, que narra la historia de este rey gigante. En el Mahabhárata, texto épico-religioso del siglo III a. C. del hinduismo, aparece Putana, una demonia gigante que amamantó con su pecho envenenado al bebé Krishna; en la mitología griega están los Hiperbóreos, los gigantes que vivían más allá de los vientos del norte y los titanes, como Prometeo, que dio el fuego a los hombres. También hay relatos en la mitología nórdica y germánica, con personajes como los Jotuns, enemigos de los dioses. Y más. Muchos más.
En diálogo con Infobae Cultura, James Vieira, quien desde hace 20 años estudia el fenómeno en EEUU y protagonizó la miniserie documental Search for the Lost Giants (En la búsqueda de los gigantes perdidos) en History Channel,
sostuvo: "Los masones, los rosacruces, los teósofos, los documentos
religiosos incluyendo la Biblia, los grandes místicos, como Rudolph
Steiner y Edgar Cayce, y las tradiciones orales indígenas de todo el
mundo creen que los gigantes existían. Todos los
exploradores tempranos bien conocidos en las Américas, John Smith,
Francis Drake, Francisco Vázquez de Coronado, Fernando de Magallanes,
Américo Vespucio, Hernando de Soto, entre otros, todo aseguraron que al
encontrar pueblos nativos había gigantes, desde la actual Virginia
(EEUU) a la Patagonia".
En la Biblia es bien conocido el relato de David venciendo a Goliat, pero ésta no es la única aparición de los gigantes en el texto sagrado del cristianismo. Aparecen en el Viejo Testamento
(Génesis 6, versículos 4), donde se puede leer "por entonces y también
en épocas posteriores, cuando los hijos de Dios cohabitaban con las
hijas de los hombres y éstas tuvieron hijos, aparecieron en la Tierra
los gigantes (Nephilim, en hebreo). Éstos son los esforzados varones de los tiempos primeros, los héroes famosos".
O en Números 13:33: "Cuando Moisés envió a los espías a la tierra de
Canaán, regresaron con la noticia de que allí habitaban gigantes"; "Allí
nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos, de gran estatura
y expertos en la guerra. Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió y
les dio el camino de la ciencia; ellos perecieron por su falta de
discernimiento, perecieron por su insensatez" (Baruc 3:26, 3:27,3:28) o
"Así también, al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la
esperanza del mundo se refugió en una balsa (Arca de Noé) que, conducida
por tu mano (Yahwéh), dejó al mundo la semilla de una nueva humanidad"
(Sabiduría 14:6). Y más.
Gigantes en Sudamérica
Quizá la más conocida de todas las historias vernáculas documentadas es
la de los Patagones, estos seres que quedaron registrados en la
bitácora del marino portugués Fernando de Magallanes (1510-20) durante la búsqueda de un paso entre el Atlántico y el Pacífico, estrecho que encontró y hoy lleva su nombre.
"Vimos cerca de la playa (en la Tierra del Fuego) un hombre que era tan
grande, que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura", escribió
entonces Antonio Pigafetta, marino fiel a Magallanes. Los llamaron
"Patagones", por el tamaño desmedido de sus pies y de allí deriva la
palabra Patagonia, claro. Sin embargo, otras aseguran que Magallanes
recogió el nombre de una novela popular en ese entonces, Primaleon (1512), que presentó una raza de gente salvaje llamada Patagonians.
El famoso corsario inglés, explorador, comerciante de esclavos y político Sir Francis Drake
se encontró con los gigantes patagónicos. Aunque su relato difiere del
de Magallanes: "Magallanes no mintió del todo al nombrarlos como
gigantes, por lo general, difieren con el común del hombre, tanto en
estatura, grandeza y fuerza del cuerpo, como en la fealdad de sus voces:
pero no son nada monstruosos y gigantescos, como fueron representados".
El explorador neerlandés Jacob Le Maine
navegó por Sudamérica en 1615 y dejó un mapa de la zona que hoy es
Puerto Deseado, Santa Cruz, Argentina, con un curioso detalle: describió
el punto H, como el lugar "donde encontraron el sitio del entierro de
un gigante, cuyos huesos medían entre diez y once pies de largo", o sea,
más de tres metros.
Estos expedicionarios no fueron los únicos de aquellos valientes -y
ambiciosos- que tuvieron en el "Nuevo Mundo" experiencias con seres que
en la actualidad parecen sobrenaturales. José de Acosta, un jesuita, antropólogo y naturalista español que desembarcó en América en 1571, por ejemplo, escribió en su Historia Natural de las Indias
que los chichimecas, pueblos originarios que ocuparon parte de México y
llegaron hasta Potosí, eran gigantes "que arrancaban las ramas de los
árboles como nosotros deshojamos lechugas". Por su parte, Juan de Velasco, jesuita ecuatoriano, destacó en su Historia Antigua del Reyno de Quito
(1789) que "Manta fue a principios de la era cristiana el teatro de la
espantable raza de los gigantes" y detalló los tamaños espectaculares de
esqueletos y huellas encontradas.
En Europa, José Torrubia, misionero franciscano, geólogo, paleontólogo y espeleólogo español, describió en su Historia Natural Española (1754) el hallazgo de un esqueleto de "96 pies de alto (29 metros), en cuyo cráneo cabían 20 libras (9 kilos) de harina". Y más.
Entre las leyendas folclóricas de los pueblos originarios -que
sobrevivieron el paso del tiempo- existen diferentes personajes con
características gigantes, como Nosjthej y Gosye (temidos por su crueldad y ser enemigos de los hombres) y a Hol-Gok en la cosmogonía teuhelche (la región de la Patagonia); los qom (Chaco central) tienen a Kataló (deidad padre de la salvación) y entre las leyendas guaraníes (Corrientes, Misiones y Paraguay), se encuentra Caá-Porá.
El arraigo de estas creencias en esta parte del globo es tan grande que en un museo de Estados Unidos descansan los restos de Kap Dwa, conocido como el gigante sudamericano de 2 cabezas. Según la leyenda, el origen de este ser sería patagónico o guaraní.
Para Luis Borrero,
licenciado en antropología, investigador del Conicet y uno de los
científicos más respetados del país con respecto a excavaciones en la
Patagonia, no existen evidencias de una "raza de gigantes" en esta
región.
Autor de cientos de papers y con una extensa trayectoria en trabajo de campo, Borrero explicó a Infobae Cultura que en tantos años de trabajo "jamás encontró ninguna evidencia de gigantes".
También en la literatura
Más allá de los mitos y bitácoras de viaje, los gigantes están
presentes en la literatura, aunque -generalmente- a través de historias
pensadas para niños. Existen muchos relatos clásicos, como Jack y la habichuelas mágicas,
que si bien tiene varias versiones todas tienen en común que al ser
plantadas crecen hasta el castillo de un gigante u, otra similar, Jack el cazagigantes, llevadas al cine por Bryan Singer en 2013.
Quizá el autor que más ficcionalizó el tema fue François Rabelais, escritor francés del siglo XVI, quien en cinco libros realizó una sátira lasciva sobre Gargantúa y Pantagruel, padre e hijo, respectivamente, aunque el tamaño de los personajes varía según la necesidad de la trama.
El Amadís de Gaula,
editada en 1508 en España, es considerada una obra maestra de la
literatura medieval fantástica y el más renombrado libro de caballería.
Existen diferentes versiones sobre su verdadero origen, aunque no hay
dudas sobre la presencia de gigantes y gigantas, que forman entre sí
diferentes linajes con características en común: son soberbios y
traicioneros, practican el incestos y usurpan reinos para raptar
doncellas, por lo que son el enemigo perfecto para los caballeros
cristianos. Una de las obras más destacadas de la literatura universal, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1615), de Miguel de Cervantes Saavedra, también hace alusiones a gigantes o jayanes, aunque eran en realidad molinos de viento.
Los viajes de Gulliver, novela publicada en 1726, bajo el heterónimo de Lemuel Gulliver, es una de las obras más representativas del irlandés Jonathan Swift.
En este clásico, Gulliver primero llega a Liliput donde él es visto
como gigante, para luego seguir su travesía a Brobdingnag, donde sí
encuentra seres de estatura inconmensurable.
Otras historias donde los niños vuelven a escena son en El gigante egoísta (1888), cuento de Oscar Wilde, y El gran gigante bonachón (1982), Roald Dahl, y más acá en el tiempo se encuentra Rubeus Hagrid, dentro del universo de Harry Potter (1997) creado por J.K. Rowling. Y más. Muchísimos más.
Del Hobbit al Denisovano, ¿la respuesta está en la evolución?
En el largo camino de la evolución, se descubrieron seres como el Homo floresiensis,
en la isla indonesia de Flores. Estos homínidos tenían una estatura del
alrededor de 1 metro de altura y por eso se lo conoce como Hobbits, en
honor al personaje de la saga El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien.
Los hobbits se habrían extinguido hace 50 mil años, en la misma época en que el homo sapiens comienza a expandirse por el planeta.
Entonces, ¿es posible que como hubo espacio para el desarrollo del "hobbit" también lo hubo para los gigantes?
Para Borrero "la evolución no es predecible y cualquier cosa que sea
seleccionada por selección natural, lo que significa una acomodación con
su ambiente, puede darse. Entonces, no es una cuestión de si hay o no
lugar, sino de si las condiciones existieron para que eso ocurriera".
"No hay registro de tales condiciones dentro del proceso de
hominización. Si hubieran existido seguramente tendríamos alguna
evidencia, pues huesos más grandes tienen muchas mayores posibilidades
de preservarse. En cambio tenemos buenos registros de varios homininos
con huesos pequeños y frágiles, que es lo que ha predominado en nuestro
proceso de hominización", explicó.
En 2010, en la cueva de Denisova,
dentro del macizo de Altái, en Siberia, Rusia, un equipo de arqueólogos
halló un molar y el hueso de un dedo. Luego del análisis de ADN
realizado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, se
llegó a la conclusión que el diente perteneció a una especie homínida
hermana que murió hace unos 40.000 años, a la que se denominó
Denisovanos.
En aquel tiempo, los Homo sapiens compartían el continente euroasiático con otras poblaciones humanas, como también con los neandertales, por lo que el descubrimiento colocó a los Denisovanos en el mismo espacio.
"Es un lugar increíble, porque en realidad es el único lugar en el
mundo donde sabemos que vivieron tres grupos diferentes de humanos con
historias muy diferentes", dijo entonces Svante Pääbo, líder de la
investigación.
Estudios posteriores, tanto en el hueso como en el diente, demostraron
que los Denisovanos dejaron su huella en los humanos modernos, aportando
alrededor del cinco por ciento del genoma de los melanesios actuales,
que viven en Papúa Nueva Guinea y otras partes del Pacífico.
Una de las características más llamativas del molar fue su tamaño, más grande que lo de los Homo sapiens y los neandertales. Bence
Viola, antropóloga de la Universidad de Toronto, quien se encargó del
análisis dental, aseguró que si bien es "difícil decir cómo se verían
los dientes grandes de Denisova, debido a que las muelas del juicio
tienen formas notoriamente variables, no hay duda de que estos dientes
grandes con raíces masivas probablemente requerirían mandíbulas
masivas".
Para Borrero el tamaño del molar no representa una prueba sobre la
altura ni la complexión del individuo al que le perteneció: "En general
los molares no son buenos predictores del tamaño del individuo. Si es
grande- implica un tamaño grande de la mandíbula en que debe acomodarse.
No es una pieza que se selecciona para hacer alometría, pues carece de
la sensibilidad requerida. El caso Denisovano incluye una muela de
juicio, que es todavía más variable en tamaño".
Breve historia de los gigantes en Estados Unidos
De Washington a Lincoln
Estados Unidos es uno de los países donde se encuentra la mayor
cantidad de documentación sobre la existencia de gigantes. Una de las
historias iniciáticas involucra a George Washington, cuando todavía era general de la corona británica, durante el Guerra franco-india (1754-1763). De acuerdo al libro Historic Haunts of Winchester –Encantos históricos de Winchester-,
Washington estuvo al frente de la construcción del Fuerte Loudoun, para
proteger a los pobladores de ataques "de indios gigantes, que eran muy
comunes". Cuando cavaban para colocar los cimientos, descubrieron una
serie de esqueletos, que Washington reportó que poseían una altura
superior a los dos metros.
Por otro lado, existe documentación de que Abraham Lincoln, otra figura
emblemática del país norteamericano, nombró la presencia de gigantes en
la zona, durante una visita a las cataratas del Niágara, cuando aún era
congresista: "Cuando Colón llegó al continente; cuando Cristo sufrió en
la cruz; cuando Moisés llevó a Israel a través del Sinaí, cuando Adan
nació de la mano del Creador, como entonces, el Niágara ya rugía aquí. Los ojos de la especie extinta de los gigantes, cuyos huesos descansan en los montículos de América, han apreciado el Niágara, como nosotros lo hacemos ahora".
Los túmulos y la teoría conspirativa contra el Smithsonian
El Instituto Smithsoniano,
hoy administrado y financiado por el Gobierno de los Estados Unidos,
surgió a partir de una donación del científico británico James Smithson,
quien nunca pisó EEUU, para crear una "fundación para el aumento y
difusión del conocimiento entre los hombres", en la primera mitad del
siglo XIX. Hoy, es una reputada institución, con más de 20 museos que
recorren no solo la historia del país del mundo, sino el desarrollo de
la humanidad, como de su entorno natural.
En su primera gran publicación en 1848 existe una recopilación de los
túmulos distribuidos por todo el país, que estaban siendo destruidos por
los nuevos habitantes europeos. El trabajo, de Ephraim Squire y Edwin
Davis, nunca menciona la existencia de gigantes, pero si hace una
revelación: aquellas construcciones no pertenecían a ningún pueblo
originario conocido, sino que se remontaban a la prehistoria, anteriores
a los nativos americanos. Los túmulos -algunos son estructuras
piramidales planas- son sitios ceremoniales y religiosos, que se
asemejan a pequeñas colinas aplanadas y se encuentran dispersos a lo
largo de todo EEUU, desde el sur en Tennessee, al norte en Wisconsin,
oeste de Oklahoma, y hacia el este en Virginia Occidental.
Luego John Wesley Powell, famoso explorador, geólogo y fundador del
Bureau de Etnología, como Cyrus Thomas, director del la División de
Exploración de Montículos, ahondaron en la historia de que los
verdaderos fundadores no habían sido los nativos, sino "una raza ya
perdida".
Los avances, las excavaciones y hasta documentación de esa época desaparecieron con la llegada de Aleš Hrdlička, un antropólogo checo conocido por formular la teoría de que todas las razas humanas tienen un origen común.
Hrdlička era un defensor del movimiento eugenésico, una rama del
Darwinismo Social, que pregonaba la mejora de los rasgos hereditarios
humanos a través de la selección de la pareja procreativa, dejando de
lado a aquellos que no tenían ciertas características, como el color de
piel o el grupo social.
"El jefe del Smithsonian, el doctor Hrdlička, era un racista que no
creía en los gigantes y se burlaba de cualquiera que los hiciera. De
hecho, ignoró todos los informes de los científicos Smithsonian que
habían abierto montones de montículos de entierro en América, en décadas
anteriores", agregó Vieira. Sin embargo, Hrdlička tenía sus razones
para sospechar, el caso del fraude arqueológico del Hombre de Piltdown había
demostrado que todo descubrimiento, por más aval científico que
tuviese, no significaba necesariamente que lo convertía en verdadero. A
fin de cuentas, nadie quiere -ni quería- hacer el ridículo.
En todos los periódicos de época en que se desarrolló alguna noticia
relacionada con la aparición de esqueletos gigantes o artefactos
precolombinos desconocidos, los textos finalizan con la visita de
investigadores del Smithsonian, quienes se llevaron la evidencia para
dar un veredicto, que siempre era negativo: todo era un montaje, una
humorada arqueológica o, simplemente, un error de interpretación de los
descubridores. Toda esa evidencia, todos esos errores, en la actualidad
no puede encontrarse en ninguno de los más de 20 museos del instituto.
"La postura oficial es que los reportes constituyen una colección de
engaños, restos de animales sin identificar, errores en las mediciones y
casos raros de acromegalia y gigantismo pituitario", explicó Vieira. Y
agregó: "No creo en las conspiraciones académicas, pero la filtración
académica se produce y se puede ver en los debates respecto a la barrera
Clovis, por ejemplo". Los Clovis fueron, hasta ahora, los antecesores
de los nativos norteamericanos y habrían habitado esa parte del mundo de
12.900 a 13.200 años atrás, aunque nuevos descubrimientos revelaron que
aún antes de ellos ya hubo habitantes en esta parte del mundo.
"A menudo, los científicos que proponen nuevas teorías están acusados de falsificar los resultados o ser incompetentes", dijo.
Tiempo de noticias
Los periódicos de la época también reflejaron en sus páginas este extraño fenómeno. Desde los más grandes como The New York Times
a pequeñas publicaciones de ciudades en desarrollo o hasta pueblos
publicaron relatos e historias, sobre excavaciones y descubrimientos.
Una selección -breve- de algunos casos:
Uno de los primeros registros sobre un esqueleto gigante se produjo en el desaparecido The Weekly Democratic Statesman,
el 12 de abril de 1883, donde se aseguraba que "Mr. John W. Emmert,
empleado del bureau de etnología del Smithsoniano, exploró un montículo
en Bristol, Tennessee", en el que encontró entre otras cosas "un
esqueleto gigante de un indio". En el North Otago Times, del 23
de julio de 1884, se narra la aparición de un esqueleto de casi tres
metros (9 ft 2), en un entierro grupal junto a otras siete personas de
estatura normal, en la que por su posición se concluía que "el gigante
había sido un rey".
Uno de los casos más controversiales se publicó en The World,
el 7 de octubre de 1895, donde se reporta el hallazgo de una momia en
San Diego, como "el cadáver del hombre más alto que jamás haya vivido"
con una altura de 2,7 metros. Otro experto del Smithsonian, el profesor
Thomas Wilson, analizó los restos y lo dio por válido. Luego de 30 años
de exhibición en el museo, nuevos expertos del museo, liderados por el
profesor W.J. McGee, aseguraron que estaba "hecho de gelatina" y que,
lógicamente, era un engaño. Por lo que fue retirado y hoy se desconoce
dónde se encuentra. En su momento, habían pagado USD 500 por la momia,
el equivalente a más de 14 mil en la actualidad.
En 1912 un equipo de arqueólogos del Beloit College en los EE.UU.,
liderado por el hermanos Chester y Ernest Philips, excavó en la zona del
lago Delavan en Wisconsin, EEUU, donde encontraron 10 esqueletos de
proporciones "de una raza desconocida de hombres", tal como transmitió
en New York Times el 4 de mayo de 1912.
El Evening Star (Washington) en 1893; The Worthington Advance (1897); Barton Country Democrat (1897); The Washington Post (1910); Arizona Journal-Miner (1911); St. Petersburg Daily Times (1914); Evening Independent, Florida, (1925) y el Pittsburgh Press
(1932). Estos son solo algunos de los periódicos que realizaron
reportes sobre desentierros gigantescos. A pesar de la gran cantidad de
reportes y la ausencia de pruebas contundentes para James Vieira esto no
significa que exista un suerte de complot internacional o una cofradía
secreta intentando eliminar las huellas de la historia: "No creo que
cada reporte sea válido o que todos los antropólogos y arqueólogos estén
involucrados en una especie de complot enorme, pero sí creo que hay un
misterio y una especie de ofuscación que mantiene oculta la verdad".
Durante las dos temporadas que duró su programa, Vieira pudo recopilar
cientos de reportes y en algunos casos pudo ir un poco más allá y
ponerse en contacto con los familiares de los descubridores. Así pasó
con el caso Billy Harman, publicado en The Steellville Ledger
(Missouri), el 11 de junio de 1933. El reporte narra cómo el adolescente
de 16 años llegó hasta la cueva de Puckett, en la búsqueda de puntas de
flecha de pueblos originarios, pero en cambio encontró restos humanos.
Regresó días después junto a un grupo de amigos y desenterraron, según
el periódico, "el esqueleto completo de un gigante de dos metros y
medio". Vieira pudo acceder a la cueva y entrevistó a los descendientes
del linaje Harman, quienes le aseguraron que el abuelo murió repitiendo
la historia una y otra vez como verdadera.
Los restos fueron exhibidos por un tiempo en el museo local, donde lo
catalogaron como un indio gigante; luego, el responsable de la
institución escribió a Aleš Hrdlička para notificarlo del hallazgo. Al
poco tiempo, responsables del Smithsoniano se llevaron el esqueleto, que
desapareció sin dejar rastros. En cambio, lo que sí se conserva es una
fotografía. En ella Les Eaton, un hombre de un metro 83 cm, se acuesta
al lado del "gigante" a modo de demostrar la diferencia de tamaño.
El caso Paxson Hayes
El 31 de diciembre de 1935, el San Jose News,
publicaba en su página 12: "Paxson Hayes, explorador, estudia la cabeza
de una momia gigante descubierta por él en una cueva profunda en las
regiones inexploradas de Sonora, México. Los restos momificados eran de
una raza de 7 1/2 pies de alto (2,20 metros) y se conservaron en
excelentes condiciones. El maíz encontrado con las momias ha sido
entregado a los científicos"
Hayes era un respetado herpetólogo, un especialista en serpientes que
durante una trabajo de campo en Barranca de Cobre oyó por primera vez,
de parte de la tribu yaqui la leyenda de la Ciudad Perdida de los Gigantes Rubios de Sonora.
"Los edificios antiguos en la cueva fueron construidos con una
mampostería de cemento mezclada con bambú, las chozas se parecían mucho a
las mezquitas", dijo Hayes, "cada canasta que encontramos contenía un
cuerpo envuelto como un gusano de seda. Hubo 34, de los cuales dos
fueron mujeres. Nueve fueron momificados y los restantes fueron
esqueletos".
Dos años después, el Washington Post
-22 de julio- tituló: "Smithsonian asombrado al descubrir momias de 6
1/2 pies en cuevas". El artículo narra la visita de Hayes al presidente
Franklin Roosevelt en la Casa Blanca para mostrarles sus hallazgos en
herpetología y prosigue: "Después de eso, los visitantes llegaron a la
Institución Smithsonian con una túnica de entierro prehistórica y un
taburete de cuatro patas, los cuales desenterraron en una cueva
funeraria en el norte de Sonora, México. Los californianos explicaron
que la cueva, una de las 18 que habían descubierto, contiene momias bien
conservadas de una raza que promedió más de 6 1/2 pies de altura hasta 8
pies de altura (de 2 metros a 2,5 metros). Las cuevas están dispersas
en un área de 450 millas cuadradas. Hayes, que acaba de regresar de su
quinta expedición a las cuevas, se enteró de su existencia entre los
indios yaquis de México". Al tiempo, Hayes fue desacreditado por sus
aseveraciones y perdió credibilidad y prestigio en la comunidad
científica hasta pasar al olvido.
Uno de aquellos esqueletos, de un hombre entre 22 y 24 años, puede
encontrarse en el Mütter Museum, de Filadelfia, en el medio de una
habitación especial con una altura de 2,30 metros.
Existen también reportes de personas con una altura lejos de la media
en Reino Unido, Nueva Zelanda, Turquía, Francia, Italia, India, Georgia,
aunque ninguna acreditado por científicos a posteriori y, en otros,
como el caso del Gigante de Cardiff, que se descubrió que era un engaño
de George Hull, un empresario del tabaco creacionista, para dar
credibilidad a la citas bíblicas sobre gigantes. Y allí el Smithsonian
no tuvo nada que ver.
Uno de los últimos descubrimientos procede de China,
donde un grupo de arqueólogos halló antiguos restos cuya altura
superaba los 1,9 metros. Si bien en Occidente el tamaño no sorprende, el
promedio actual de los hombres chinos es de 1,65 cm y hace dos siglos,
los especialistas calculan que eran entre 10 y 16 centímetros más
bajos. Fang Hui, jefe del Centro de Estudios de Historia y Cultura de
la Universidad de Shandong, explicó entonces: "Hemos llegado a esta
conclusión después de estudiar los huesos. En vida, sin duda, eran aún
más altos". Las excavaciones fueron realizadas cerca de la localidad de
Jinan, al este del país, en 2016, donde habitó la civilización neolítica
Longshan, quienes vivieron allí hace 5.000 años.
"Si existieron gigantes, entonces hay un problema con la teoría de la
evolución y los científicos no quieren admitir que algo en la Biblia es
exacto. Es religión versus la ciencia y ambos lados están atrincherados
en su pensamiento. La religión tiene verdad en ella y distorsión y error
en ella, la ciencia tiene verdad pero limitación y error. Creo que la
respuesta está en el medio", finalizó el "cazador de gigantes" Vieira.
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