
La prueba de todo esto la tenemos en los bebés, sí, los bebés que no entienden los noticiarios ni las películas y que tampoco están influidos ni social ni culturalmente y de igual forma huyen instintivamente de los payasos.

Esto es porque aunque no tengan aún una “conciencia” sí que son magníficos fisonomistas y analistas comportamentales, pues antes de entender el lenguaje, sea cual sea el idioma, los bebés aprenden a reconocer y a interpretar nuestros gestos no solo para comunicarse, sino también para predecir nuestros actos, algo bastante difícil de hacer si te escondes bajo una máscara ya sea pintada o de cualquier material que desfigure y borre los gestos naturales de expresión.
Es precisamente esa imagen antinatural, caracterizada por la exageración de los rasgos: boca grande, con sonrisa permanente dibujada en un fondo de maquillaje completamente blanco, pelucas y trajes estridentes y pies descomunalmente grandes que nos desorienta por completo haciendo imposible cualquier tipo de predicción. De una persona así de extraña ¿Qué comportamiento nos debemos esperar? ¿Bueno o malo? Instintivamente, o salimos corriendo o, por lo menos, nos ponemos en guardia. Y esto se aplica también a quien no tiene ideas preconcebidas sobre los payasos.

Incluso para quienes sólo conocen a los payasos en su versión más benévola, la circense, no es que las cosas cambien demasiado. Pues el rol del payaso en sí se basa en la sorpresa, lo inesperado y a la vez torpe y en ocasiones anti-social, cuando se golpean entre ellos con enormes martillos de goma, al salpicarse agua o cuando asustan con las bocinas, que aunque puedan hacernos reír, se trata de una risa nerviosa que el mismo produce el mismo miedo. Y a ti, ¿te dan miedo los payasos? Ya ves que es una reacción completamente normal.
¿Sabes qué otro payaso ha provocado miedo real en la sociedad?:
– John Wayne Gacy, el sádico payaso asesino
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