Numerosas leyendas de diversas
tribus nativo americanas, desde los comanches en el norte hasta los
manteños en el sur, hablan de una misteriosa raza de gigantes de piel
blanca que fueron aniquilados de la faz de la tierra.
Choctaw
En su libro «Historia de los indios Choctaw, Chickasaw y Natchez»
(1899), Horatio Bardwell Cushman escribe: «La tradición de los choctaw
cuenta que hace mucho tiempo un raza de gigantes habitó lo que hoy es el
Estado de Tennessee, unos seres con los que sus ancestros lucharon
cuando migraron desde el oeste… Su tradición afirma que los nahullo
tenían una impresionante estatura».
Cushman dice que, con el tiempo, el
término «Nahullo» se volvió común para designar a toda la gente blanca,
pero que en su origen era específicamente utilizado para designar a una
raza de gigantes blancos con la cual los choctaw entraron en mortífero
contacto tras cruzar el río Mississippi.
Comanche
En 1857, el jefe Rayo Vibrante de los
comanches, una tribu amerindia de las Grandes Planicies, declaró lo
siguiente sobre una ancestral raza de gigantes blancos: «Hace
innumerables lunas, una raza de hombres blancos, de 3 metros de altura, y
mucho más próspera y poderosa que cualquier cara pálida que ahora vive
aquí, habitó una gran parte de la nación, extendiéndose desde el lugar
donde sale el sol hasta donde se pone. Sus fortificaciones coronaban las
cimas de las montañas, protegiendo sus ciudades situadas en los valles
intermedios. Excedieron a cualquier otra nación que haya florecido antes
o después. Era una raza valiente, altiva y guerrera, para la cual los
hombres blancos de hoy en día serían solo pigmeos».
El jefe explicó que cuando esta raza se
volvió demasiado vanidosa y se olvidó de la justicia y la misericordia,
el Gran Espíritu la aniquiló, solo dejando como legado de su sociedad a los montículos que aún son visibles en las mesetas norteamericanas.
Este relato fue documentado por el Dr. Donald ‘Panther’ Yates, un investigador y autor de libros sobre la historia nativo americana.
Navajo
Yates también menciona a unos seres
conocidos como «starnake» por los navajos: «Una majestuosa raza de
gigantes blancos dotados de tecnología minera que dominaron el oeste de
Norteamérica, esclavizando a tribus inferiores. Ellos se extinguieron o
bien regresaron a los cielos».
Azteca
En la mitología mexica, con la Leyenda
de los Soles, se cuenta que los quinametzin fueron la humanidad creada
durante el Sol de Lluvia. Su gobernante, de acuerdo con algunas
versiones del mito, era el dios Tláloc, a quien le correspondió ser el
sol que alumbró durante la tercera época cosmogónica, que concluyó
cuando Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego y los quinametzin murieron
quemados.
A los quinametzin se les atribuía ser
los constructores de la ciudad de Teotihuacan y del Tlachihualtépetl
sobre el que se levantó el principal templo a la Serpiente Emplumada en
Cholula. Los tlaxcaltecas relataban que, en tiempos cercanos a la
Conquista española, ellos mismos habían luchado contra los últimos
quinametzin.
Manta
En 1864, Pedro Cieza de León, un conquistador, pero sobre todo, cronista e historiador del mundo andino, escribió en su «Crónica del Perú»
cómo la cultura nativa manteña (en lo que hoy vendría ser el moderno
Ecuador) le describió una legendaria raza de gigantes: «Hay reportes
concernientes a gigantes en Perú, quienes habrían arribado a la costa en
el punto de Santa Elena. Los nativos se habían consternado al ver una
embarcación hecha de cañas llegar a sus costas con un cargamento de
criaturas, tan altos que de la rodilla al suelo eran tan grandes como un
hombre de buena estatura. Sus extremidades estaban en proporción con el
tamaño deforme de sus cuerpos, y sus cabezas era algo monstruoso que
ver, con cabellos que colgaban hasta los hombros. Sus ojos eran tan
grandes como platos pequeños».
En su crónica, León dice que los hábitos sexuales degenerados de los
gigantes resultaban repugnantes para los nativos, por lo que «el cielo»
eventualmente los exterminó
Paiute
Los paiutes, una tribu norteamericana
nativa de la zona de Nevada, posee una tradición oral que relataron a
los antiguos colonos blancos sobre una raza de gigantes pelirrojos que
sus antepasados conocían como los «Si-Te-Cah», y que habitaban en una
antigua cueva.
Dicha historia fue registrada por Sarah Winnemucca Hopkins, hija de un jefe indio paiute, en su libro «La Vida entre los Paiutes: Agravios y Reivindicaciones»
(1882), donde describe a los supuestos «gigantes» como seres
sanguinarios, hostiles y caníbales. En este relato, los paiutes narran
una gran batalla, ocurrida en el lugar conocido actualmente como la
Cueva de Lovelock, que condujo al exterminio de las criaturas.