Unos
megalitos de 1000 años de antigüedad fueron descubiertos en un rancho
ganadero de Brasil. El hallazgo arroja nuevos indicios sobre cómo
vivieron los indígenas de la Amazonia.
Lailson
Camelo da Silva, el capataz de un rancho ganadero en los confines de la
Amazonia brasileña, derribaba árboles para convertir el bosque tropical
en pastizales, cuando se topó con una extraña estructura de torres
hechas con bloques de granito.
Después
de realizar pruebas de carbono 14 y mediciones durante el solsticio de
invierno, los expertos determinaron que una cultura indígena creó un
observatorio astronómico con estos megalitos hace aproximadamente 1000
años, cinco siglos antes de que comenzara la conquista europea del
continente americano.
Sus
hallazgos, junto con otros descubrimientos realizados en Brasil en los
últimos años, como gigantescas líneas trazadas sobre la tierra, restos
de asentamientos fortificados e incluso complejas redes de caminos, están
modificando las opiniones de los arqueólogos que sostenían que la
Amazonia había permanecido fuera del alcance de los humanos, exceptuando a algunas tribus nómadas.
Ahora
algunos estudiosos afirman que el bosque tropical más grande del mundo
era mucho menos parecido al Edén bíblico de lo que antes se imaginaba, y
que la Amazonia tenía una población de hasta 10 millones de personas
antes de las epidemias y las matanzas a gran escala ejecutadas por los
colonizadores europeos.
En
lo que ahora es el estado poco poblado de Amapá, al norte de Brasil,
las piedras solares encontradas por Da Silva cerca de un arroyo llamado
Rego Grande dan pistas sobre cómo los pueblos indígenas pudieron haber
sido mucho más sofisticados de lo que suponían los arqueólogos del siglo
XX.
"Estamos
comenzando a formar el rompecabezas de la historia humana en la cuenca
del Amazonas, y lo que estamos encontrando en Amapá es absolutamente
fascinante",
dijo Mariana Cabral, una arqueóloga de la Universidad Federal de Minas
Gerais, quien junto con su esposo,João Saldanha, también arqueólogo, ha
estudiado el sitio de Rego Grande durante la última década.
En
el siglo XIX, el zoólogo suizo Emilio Goeldi había visto megalitos
(enormes piedras monumentales) en una expedición a lo largo de la
frontera entre Brasil y la Guyana Francesa. Otros estudiosos, incluyendo
a la arqueóloga estadounidense Betty Meggers, también se toparon con
esos sitios pero argumentaron que la Amazonia era demasiado inhóspita
como para que hubiera asentamientos humanos complejos.
No
fue sino hasta que Da Silva se topó con las piedras de Rego Grande
mientras deforestaba la selva que estaba alrededor en la década de 1990,
cuando los estudiosos pusieron más atención en los descubrimientos. Da
Silva dice que se encontró por primera vez con el sitio en los años
sesenta cuando era adolescente y cazaba un jabalí salvaje, pero después
evitó la zona.
Hace
cerca de diez años, después de asegurar fondos públicos para acordonar
las piedras, algunos arqueólogos brasileños liderados por Cabral y
Saldanha, comenzaron a cavar en el sitio que tiene una burda forma de
círculo. Pronto identificaron una porción de un río a unos 3.2
kilómetros de distancia, de donde pudieron haberse extraído los bloques
de granito.
También
encontraron urnas funerarias de cerámica que sugieren que al menos
parte del sitio de Rego Grande pudo haber sido un cementerio, mientras
que los colegas del Instituto de Investigación Científica y Tecnológica
de Amapá descubrieron que una de las altas piedras parecía estar
alineada con el recorrido del sol durante el solsticio de invierno.
Después
de identificar otros puntos en el sitio donde las piedras podrían estar
asociadas con el movimiento del sol durante el solsticio, los
investigadores elaboraron la teoría de que Rego Grande pudo haber tenido
distintas funciones ceremoniales y astronómicas vinculadas con los
ciclos agrícolas o de caza.
Cabral
dijo que Rego Grande y una serie de sitios megalíticos menos complejos
que se encontraron en Amapá también pudieron haber sido marcas para los
cazadores o pescadores en un paisaje que los pueblos amazónicos estaban
transformando hace un milenio.
Otros
estudiosos sostienen que quizá se necesite más información sobre Rego
Grande para ubicarlo en la esfera de los lugares prehistóricos
claramente concebidos como observatorios astronómicos.
"Ya
hemos visto muchas declaraciones similares, pero se requiere más que un
círculo de piedras para decir que se trata de un Stonehenge",
señaló Jarita Holbrook, una especialista en física y astronomía
cultural de la Universidad de Western Cape, en Sudáfrica, y mencionó la
necesidad de más hallazgos sobre las características de Rego Grande y
cómo usaba el sitio la gente que lo construyó.
Por
lo pronto Rego Grande, al que los lugareños ya llaman el Stonehenge
Amazónico, sigue siendo un enigma. Fragmentos de cerámica sobresalen de
la tierra como ofreciendo prometedoras pistas que dan la sensación de
ser una pieza de arte conceptual contemporáneo. Los
investigadores todavía tratan de determinar la manera en que Rego
Grande se inscribe en las vistas evolutivas de la historia de la
humanidad en el Amazonas.
Hace
poco algunos representantes de los palikur, un pueblo indígena que
habita en Amapá y la Guyana Francesa, dieron un paso adelante al señalar
que sus ancestros frecuentaban Rego Grande. Los arqueólogos recomiendan
tener cuidado al establecer vínculos de ese tipo, pues enfatizan que es
mucho lo que puede cambiar en las sociedades humanas en un periodo de
1000 años.
Cabral,
la arqueóloga que ha pasado años estudiando la zona, señaló que la
evidencia de asentamientos grandes sigue siendo elusiva, en contraste
con otros sitios de la Amazonia como Kuhikugu, en la cabecera de río
Xingu, donde los investigadores han establecido paralelos con leyendas
sobre la mítica Ciudad Perdida de Z que durante mucho tiempo ha sido una
tentación irresistible para exploradores y aventureros.
John
McKim Malville, un físico solar de la Universidad de Colorado que
escribe sobre arqueoastronomía, enfatizó cómo el campo está dejando de
enfocarse exclusivamente en las funciones astronómicas y se acerca a
interpretaciones más holísticas al incluir las ceremonias y los rituales
de las culturas antiguas.
En ese sentido, el sitio en Calçoene ofrece un encantador y críptico vistazo al pasado de la Amazonia.
"Las
piedras de Rego Grande son bastante extraordinarias y en su
irregularidad podrían tener su propio significado único, distinto del de
otros sitios megalíticos en el mundo",
dijo Malville, sugiriendo la posibilidad de que el asentamiento refleje
la importancia que en las culturas amazónicas tenía el animismo, que es
la atribución de un espíritu a entidades naturales e incluso objetos
inanimados.
"Solo podemos especular sobre lo que significan estas rocas", añadió.
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