1. Los espejos de la casa se cubrían con crespón negro o con un velo para impedir que el espíritu del difunto quedara atrapado en el espejo.
2. Se paraban los relojes en la habitación en la que se había producido la defunción, pues pensaban que si no lo hacían así atraerían la mala suerte sobre la casa.
3. Las fotografías que había en la casa se colocaban boca abajo para evitar que cualquiera de los familiares o amigos que salían en las imágenes fueran poseídos por el espíritu del muerto.
4. Se creía que si el fallecido había sido una buena persona, sobre su tumba crecerían flores, por el contrario si sus actos habían sido reprobables, saldrían únicamente malas hierbas.
5. Si en una familia se producían varias muertes, ataban una cinta negra a todos los seres vivos del hogar, incluyendo perros, gallinas, pollos, conejos, gatos…, para evitar que se produjeran más fallecimientos.
6. Cuando se sacaba el cuerpo del difunto de la casa siempre se hacía con “los pies por delante”, es decir, se sacaban primero los pies, nunca la cabeza. Se pensaba que si se hacía del revés el difunto podía mirar hacia la casa, cruzar sus ojos con algún allegado, y llevárselo con él.
7. No debía usarse nada nuevo en el funeral y especialmente no debían estrenarse zapatos.
8. Se creía que daba mala suerte toparse con la cabecera de un cortejo fúnebre varias veces seguidas. Si no se podía dar media vuelta para no cruzarse con ella, la solución consistía en agarrar fuertemente un botón hasta que la procesión había acabado de pasar.
9. Si se oía un trueno al finalizar un entierro, creían que el alma del difunto acababa de llegar al cielo.
10. Si se oía aullar a un perro cuando alguien estaba enfermo en una casa, se consideraba un mal presagio. Para revertir la situación había que coger un zapato, meterlo debajo de una cama y hacerlo girar lentamente.
Como podéis ver, sufrir un fallecimiento en la familia, además de dolor, provocaba un intenso trajín a fin de evitar atraer la mala suerte, que se produjeran más muertes o que el espíritu del difunto se quedara en la tierra. Muchas de estas supersticiones victorianas no eran exclusivas de esa era ni de Gran Bretaña, pero en esa época se extendieron a todas las capas sociales y en muchos casos se convirtieron en costumbres que han llegado hasta nuestros días.
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