El Ojo de Horus o Udyat,
usado como amuleto contra el Mal de ojo
El Mal de ojo ha de ser una de las maldiciones o creencias más conocidas no solo en nuestro país sino en varias partes del mundo. Lo curioso es que su origen es muy antiguo y además, creída en diversas partes del mundo. Cada cultura, en cada rincón del planeta de alguna forma u otra se habla sobre este tipo de maldición.
En la antigua Mesopotamia por ejemplo, en un texto de hace más de cinco mil años, habla del Ojo maligno que visita a las personas y las casas para maldecirlas, y en el antiguo Egipto, también hay textos que advierten sobre el mal que podrían tener los “ojos malos” que podían afectar a cualquier tipo de personas, e incluso, ingresar a nuestras casas para afectarlas.
AOJADORAS Y OJEADOS
Quienes realizaban este
maleficio eran las aojadoras, mujeres pobres, marginadas de la sociedad,
hechiceras, que eran capaces de hacer daño o generar maldiciones a través de la
mirada.
Por otro lado, se dice que
una persona “ojeada” presentaba síntomas físicos inequívocos que daban cuenta de
su estado, por ejemplo, esta persona comienza a sentirse cansada, a sentir
pesadez, también se dice que comienza a “secarse”, es decir, a adelgazar de
manera rápida, a perder el apetito, hasta su muerte. También se dice que los
ojeados suelen mostrar infecciones en los ojos e incluso, perder el brillo en
ellos. Por otro lado, estas personas suelen sufrir también de mala suerte o la
pérdida de aquel objeto material, que motivó el aojamiento.
Y es que tradicionalmente,
tal y como lo conocemos en nuestros días, el Mal de ojo, está vinculado
directamente con la envidia. Con el desear un bien o una suerte ajena.
Curiosamente etimológicamente, la palabra envidia, proviene del latín “in”
(poner sobre, ir hacia) y “videre”, mirar, es decir, poner la mirada sobre algo.
Al ser la envidia el
incentivo para realizar este tipo de maldiciones, era común el miedo que sentían
las personas poderosas o adineradas, contra los que no lo eran. Se dice por
ejemplo, que los reyes, para evitar la envidia de su corte o del pueblo,
evitaban mostrar en público a sus hijos, sobre todo a los varones, para que no
los maldijeran.
En tiempos más modernos, en
la era industrial, hasta muy entrado el Siglo XX, los hijos varones, que eran
vistos como signo de buena fortuna pues eran ellos quienes se encargarían ya sea
del campo o del trabajo de las nacientes fabricas, eran vestidos en sus primeros
años con ropas de niña para protegerlos de la envidia de los vecinos.
Y es que el temor a ser
“ojeado” siempre ha sido cosa muy común. Por ejemplo en los Tribunales de la
Santa Inquisición, se tenía mucha precaución para que los jueces no fueran
“encantados” por las aojadoras. Estas mujeres no podían ver a los jueces antes
del juicio, y en muchos casos, estás ingresaban de espaldas a la sala, para
evitar así que maldijeran con sus ojos a los inquisidores.
AMULETOS Y TALISMANES CONTRA EL MAL DE OJO
Pero no solo las hechiceras
eran capaces de realizar esta maldición. Con el tiempo, y dado que la envidia es
un sentimiento común entre los hombres, se hizo popular la creencia de que
cualquier persona, podía ojear. Es decir, toda persona que sintiera envidia, de
alguna forma, era y es capaz de maldecir con la mirada.
Por ello, y al ser cualquier
persona, un potencial aojador, muchos comenzaron a desarrollar maneras para
protegerse y proteger a sus seres queridos, de este mal de ojo. Una de las
formas más comunes para revertir estos maleficios era el uso de los espejos,
para que de alguna manera, la maldición “rebotara” y el aojador sea víctima de
su propio hechizo. Esto quizá tenga su origen con la mitología griega, cuando
Perseo, decapitó, gracias al reflejo de su escudo, a la temible Medusa, mujer
con los cabellos de serpientes que podía matar con la mirada.
Algunos sostienen que esta creencia en el espejo como protección contra el Mal de ojo, fue el origen de que las mujeres, por ejemplo, comenzaran a llevar “espejos” como adornos, de allí, de que el uso de pendientes, aretes y demás artículos reflectantes, ya sea de piedras, minerales, o metales, se hiciera tan común.
En la cultura del antiguo Egipto, se usaba el emblema del Ojo de Horus o Udyat, como un amuleto eficaz contra este tipo de hechizos, así como el lapislázuli. En Mesopotamia, se guardaban los ojos de corderos sacrificados en recipientes de vidrios que mujeres y niños se colgaban como adorno protector. En Asia Menor, para proteger la casa, se colgaban en la puerta el ojo de algún animal. En Roma, los legionarios solían colgarse ojos de tigre, también como protección durante las batallas.
Ya en tiempos modernos,
sobre todo en nuestro país, se dio la creencia de que el color rojo, o los
cordones rojos alrededor de nuestra muñeca o del cuello, nos protegen de este
maleficio, incluso, el uso de las semillas conocidas como huairuros, que son
rojos y negros, sirven como amuleto protector. También se usan escapularios
religiosos, imágenes de santos, y en algunos lugares, se sugería guardar parte
del cordón umbilical de los recién nacidos, debajo de sus camas, para su
protección. También es muy popular el “pasar el huevo”, que es pasar el huevo a
la persona supuestamente infectada y al romperlo, ver el “mal” que nos pudieron
haber hecho.
Evidentemente, el llamado
Mal de ojo, está enmarcado dentro de las creencias populares. En Expediente
Oculto consideramos que las maldiciones solo funcionan o afectan a las personas
que saben que han sido maldecidas, o que crean en ella. Sin embargo, es curioso
notar, cómo está creencia popular ha sido compartida por diversas culturas
alrededor del mundo y que se mantenga hasta nuestros tiempos, lo cual lo hace un
tema antropológica y socialmente, sumamente interesante.
Y usted ¿practica o ha
practicado algún tipo de protección contra el mal de ojo?
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