Hoy es solo una villa en ruinas situada en el término municipal de Vilaplana, pero desde la más remota antigüedad, la Mussara tiene fama de ser un lugar siniestro, un rincón de pasado tenebroso. La aldea fantasma que permanece despoblada fue tiempo atrás una localidad rica y señorial que causaba la envidia de los municipios cercanos. Se cree que los restos sarracenos localizados en el lugar hace pensar en la existencia de una guarnición dependiente del valí de Siurana. Avala esta creencia el topónimo árabe que da nombre a la villa y que puede significar plana.
La Mussara, que formó parte del condado de Prades desde su fundación, aparece citada en documentos de 1173 donde consta que el pueblo se encontraba ya habitado. A la iglesia de la villa se la nombra en una bula del Papa Celestino III de 1194. El templo mantuvo la categoría de parroquia hasta que en 1534 pasó a depender de la de Vilaplana.
A los habitantes de este pueblo se les conocía como ranas ya que, al llover, se formaba un pequeño embalse natural que servía para dar de beber a los animales. También tiene su origen en este pueblo una frase en catalán, baixar de la Mussara (bajar de La Musara), cuyo significado es el de ignorar aquello que todo el mundo sabe y que tendría su equivalente en español en la frase estar en la higuera.
La tradición asegura que el pueblo fue abandonado el pasado siglo por culpa de una epidemia de filoxera. Si bien las viñas son la base de la economía de este rincón de la comarca del Baix Camp, la realidad es que su despoblación resultó más prosaica: fue la falta de agua la que frenó la agricultura. Las dos fuentes del municipio no manaban demasiado caudal. Fue el comienzo del fin.
Otro factor que ayudó a la despoblación es que la especulación inmobiliaria que pretendió construir en la zona una posible urbanización. De esta forma, los vecinos de la Mussara se fueron marchando hasta que en 1961 se deshabitó por completo. La niebla es un elemento sugestivo que no falta nunca en la Mussara, y que da un tono fantasmagórico a los ocho ruinosos edificios que se conservan en la sierra de la Mussara, a más de 1.000 metros de altura.
Uno de los puntos que más llaman la atención del viajero es la iglesia de San Salvador, ahora apuntalada, de la que se dice que cuando la niebla baja se pueden sentir las campanas, todo y que su campanario, del siglo XIX, hace mucho que se echó a perder. En su interior es fácil, también, encontrar pinturas de cariz satánico: pentáculos, cruces invertidas, sacrificios animales,… Incluso se han obtenido psicofonías aquí, dicen. Llegó a albergar una imagen del siglo XIV de la Virgen del Patrocinio que se conserva en el Museo de Reus.
Durante años ha corrido el rumor entre los vecinos de la localidades próximas que la Mussara es una especie de puerta dimensional, un acceso a otros mundos paralelos. Se dice que un ingeniero alemán que trabajaba en la central nuclear de la Vall d´Uixó desapareció en 1995 durante tres horas mientras caminaba por las rodalías de la Mussara.
Siendo racionales, más bien es la espesa niebla del lugar la que desorienta a los senderistas. De ahí gran parte de su leyenda de desaparecidos. Pero quienes creen en esa otra dimensión argumentan que todavía hay varios de esos desaparecidos a los que nunca se encontró y sobre los que no hay pistas de su paradero.
Lo cierto es que la leyenda y el misterio siempre acompañan a los lugares abandonados de nuestra península. También tienen ese halo tenebroso, quizás siniestro y hasta paranormal otros lugares de la geografía patria como Ochate o Belchite. Menos fantasmagórico es Granadilla, localidad cacereña con historia que también está abandonada pero se trabaja por su repoblación.
En un interesante programa sobre ciudades fantasma, los compañeros de El Abrazo del Oso nos hablan de La Mussara y muchos otros lugares que han sido abandonados por catástrofes naturales, accidentes nucleares, tragedias de guerra o crisis económicas. Os recomiendo su escucha:
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