Todos conocemos la figura de Enrique VIII. Fue rey de Inglaterra entre 1509 y 1547 y pasó a la historia por sus sucesivos matrimonios, la ejecución de algunas de sus esposas y especialmente por la ruptura con la Iglesia católica romana. Los hechos de su vida y su sucesión hemos podido verlos en películas y series de televisión, sin embargo hay uno que no es muy conocido: la explosión del cadáver de Enrique VIII en su ataúd y la profecía de Fray Peto que ya anunció que su sangre sería lamida por perros.
Al inicio de su reinado, cuando contaba apenas 18 años, el rey Enrique VIII era un joven esbelto y atlético. Se conservó en buena forma física durante unos años, pero finalmente sucumbió ante las comidas suculentas y grasientas, el buen vino y los postres. Por ese motivo fue ganando más y más peso y al final de su vida se vio obligado a permanecer postrado en el lecho pesando cerca de 180 kilos.
Cuando finalmente murió, su cadáver fue encerrado y transportado en un ataúd cuyo interior estaba forrado con plomo y depositado en la capilla de San Jorge. Durante la noche sucedió algo difícil de imaginar: el cuerpo del monarca estalló, rompió el ataúd y los restos se desparramaron por el suelo. Para rematar el macabro suceso, unos perros que campaban por el lugar corrieron a lamer y zamparse los restos derramados por la explosión del rey. Los historiadores no han podido dilucidar si esta historia es una leyenda, si existió un vertido del interior del ataúd al exterior o si realmente hubo una explosión. Lo único cierto es que cuando siglos después sacaron el ataúd del rey, éste estaba destrozado.La explosión de un cadáver no es algo insólito, ocurrió en 2014 en un crematorio de Virginia. En el caso de Enrique VIII la muerte se mantuvo en secreto durante varios días mientras sus consejeros luchaban por el poder. En ese tiempo los embalsamadores no pudieron trabajar con el cuerpo y cuando lo hicieron la descomposición estaba bastante avanzada. No se descarta que pudiera haber ocurrido algún suceso extraordinario con el cadáver. Sin embargo, algunos historiadores afirman que la leyenda surgió del comentario del filósofo escocés y obispo de Salisbury, Gilbert Burnet, que dijo que el ataúd había filtrado líquidos del interior y que estos habían sido lamidos por perros, tal como había predicho fray Peto. La historia fue exagerada por los católicos y terminó con la leyenda del cadáver explosivo de Enrique VIII.
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