Según declaró esta mujer por email a un conocido portal que se dedica a recopilar casos de este tipo, eran casi las 11:30 de la mañana y el día era claro y soleado, con poca humedad y una temperatura de unos 25 grados. Susan, de profesión florista y fotógrafa, estaba conduciendo por una carretera que conocía bien desde hace años con su hija pequeña. El destino era una vieja cuadra en donde se realizaban espectáculos familiares con caballos y ponis. Llevaba haciéndolo 10 años y no había manera alguna de equivocarse de camino.
Eso sí, hacía al menos unos 3 meses que, por circunstancias no iban allí. Algo les esperaba en el camino esta vez. Ahí tenemos a Susan conduciendo a unos 65 kilómetros por hora en silencio. No tenía la radio puesta y estaba de buen humor. Iba a entregar flores a una boda y cuando justo pasaba cerca de una gran casa de ladrillos cerca de un campo abierto, de repente, en un intervalo ínfimo de tiempo se encontró de pie de bajo de un arco de piedra apoyándose sobre una losa. ¿Cómo podía haber llegado hasta allí?
La testigo expuso que hacía frío, estaba húmedo y sobre todo estaba muy nublado. La sensación no era algo que pudiese achacarse a la imaginación, era real. Susan, declaró que se había teletransportado a otro lugar de repente y podía sentir el soplo del viento frío por los tobillos. Pero qué raro porque en el coche llevaba pantalones y calcetines.
Susan en ese momento no siente temor y otea el horizonte sin prestar atención a su compañía. Observaba el entorno otoñal, casi invernal, la vegetación de un lugar que no era el de los alrededores de la carretera 96, ni siquiera el paisaje que se levantaba ante ella recordaba remotamente a algo que pudiese identificarse con la localidad de Murfreesboro en la actualidad. La testigo mira y mira y se pregunta qué demonios está pasando y se da cuenta de que justo detrás, hay una iglesia con gente dentro. Se oían voces. Todo es extremadamente triste, hay dolor en el ambiente, ella misma siente que en su mejilla hay lágrimas como si estuviera llorando.
En la hipótesis que barajamos en nuestro estudio de deslizamientos del tiempo existe la posibilidad de que en un fallo espacio-temporal, simplemente se produzca un cambio de cromos, una persona por otra, un momento de error en lo que llamamos realidad en donde dos personas de tiempos y lugares diferentes de repente se encuentran ambas mirando el mundo a través de los ojos de la otra persona. Por difícil que pueda parecernos este hecho, incidentes así han sido reportados desde el siglo XIX y buena parte de ellos aparecen en el famoso Libro de los condenados de Charles Fort.
Los testigos que dicen pasar este tipo de eventos, suelen estar razonablemente bien de salud, haber vivido un día normal y llevan una alimentación saludable. Ni rastro de medicamentos o alteraciones de la percepción en sus descripciones. Un fenómeno que coloca a la conciencia de un ser humano en el cuerpo de otro.
Susan observó todo aquello con miedo y entendía que la persona en donde había “caído”, digámoslo así, salía del funeral de algún conocido junto a unos familiares, en otro tiempo, otra época sin duda, pasada. Lo siguiente que pasó fue que ella misma se encontró de nuevo en su coche, pasando esa casa de ladrillo en donde empezó todo.
No había pasado mucho tiempo, quizá unos segundos. No había ocurrido nada en su coche. Seguía conduciéndolo sin problema con su pequeña atrás, así que pensando en lo que había pasado, la protagonista llega a la feliz boda con sus flores, hace su trabajo de fotógrafa, limpia todo y pasa el día allí hasta que a las once menos cuarto de la noche coge la misma carretera de vuelta pero tiene miedo de que le vuelva a pasar ese extraño deslizamiento del tiempo. Esa cosa.
Así, decide llamar a un amigo con el bluetooth del coche hasta llegar a Murfreesborough sin novedad. A día de hoy se conoce que en los alrededores de esa localidad hubo una iglesia en la carretera 95 en donde se realizaban funerales… en el siglo XIX. Un caso más de deslizamiento del tiempo en el que ocurre algo muy curioso: si Susan apareció en el cuerpo de la mujer llorando, ¿sería posible que el fenómeno de los deslizamientos del tiempo hubiese colocado a una mujer del siglo XIX al volante de un moderno coche del siglo XXI con una niña en el asiento de atrás peinando caballos de colores? Si así fuese, y siguiendo la hipótesis que marcamos en esta serie de artículos, menos mal que fueron solo unos segundos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario