Una mujer declara haber viajado en el tiempo hasta el siglo XIX
Hoy en ufopolis vamos a estudiar un
reciente caso de deslizamiento del tiempo ocurrido a una mujer
norteamericana llamada Susan de 52 años, y que data del día 9 de mayo de 2015.
Los sucesos acontecieron en el condado de Williamson, justo en la
carretera 96 que va desde la localidad de Franklin hasta Murfreesboro y
es uno de esos incidentes que nos recuerdan a los grandes momentos del
fenómeno de las anomalías temporales.
Según declaró esta mujer por email a un conocido portal que se dedica
a recopilar casos de este tipo, eran casi las 11:30 de la mañana y el día era claro y soleado, con poca humedad y una temperatura de unos 25 grados. Susan, de profesión florista y fotógrafa, estaba conduciendo
por una carretera que conocía bien desde hace años con su hija pequeña.
El destino era una vieja cuadra en donde se realizaban espectáculos
familiares con caballos y ponis. Llevaba haciéndolo 10 años y no había
manera alguna de equivocarse de camino. La anomalía comienza justo tras pasar una casa
Eso sí, hacía al menos unos 3 meses que, por circunstancias no iban
allí. Algo les esperaba en el camino esta vez. Ahí tenemos a Susan
conduciendo a unos 65 kilómetros por hora en silencio. No tenía la radio
puesta y estaba de buen humor. Iba a entregar flores a una boda y
cuando justo pasaba cerca de una gran casa de ladrillos cerca de un
campo abierto, de repente, en un intervalo ínfimo de tiempo se encontró de pie de bajo de un arco de piedra apoyándose sobre una losa. ¿Cómo podía haber llegado hasta allí?
La testigo expuso que hacía frío, estaba húmedo y sobre todo estaba
muy nublado. La sensación no era algo que pudiese achacarse a la
imaginación, era real. Susan, declaró que se había teletransportado a otro lugar de repente y podía sentir el soplo del viento frío por los tobillos. Pero qué raro porque en el coche llevaba pantalones y calcetines. ¿Qué estaba pasando en su coche mientras tanto?
Susan se mira y observa algo extrañísimo. Lleva un vestido que no le
corresponde. ¿Qué estaba pasando? ¿Donde está mi hija? ¿Qué hago aquí?
El agobio iba en aumento y la testigo trata de calmarse y observar a su
alrededor. La losa sobre la que se apoyaba era fría y
podía sentir ese frío, podía sentir su superficie. Era real, no una
alucinación. Estaba en una situación imposible y lo curioso es que no
estaba sola. A su izquierda, un hombre y detrás de él, una mujer que se
encontraba cerca de su posición. ¿Quiénes eran?
Susan en ese momento no siente temor y otea el horizonte sin prestar
atención a su compañía. Observaba el entorno otoñal, casi invernal, la
vegetación de un lugar que no era el de los alrededores de la carretera
96, ni siquiera el paisaje que se levantaba ante ella recordaba
remotamente a algo que pudiese identificarse con la localidad de
Murfreesboro en la actualidad. La testigo mira y mira y se
pregunta qué demonios está pasando y se da cuenta de que justo detrás,
hay una iglesia con gente dentro. Se oían voces. Todo es extremadamente
triste, hay dolor en el ambiente, ella misma siente que en su mejilla
hay lágrimas como si estuviera llorando. La anomalía se planta delante de los testigos de improviso
En la hipótesis que barajamos en nuestro estudio de deslizamientos
del tiempo existe la posibilidad de que en un fallo espacio-temporal,
simplemente se produzca un cambio de cromos, una persona por otra, un
momento de error en lo que llamamos realidad en donde dos personas de
tiempos y lugares diferentes de repente se encuentran ambas mirando el mundo a través de los ojos de la otra persona.
Por difícil que pueda parecernos este hecho, incidentes así han sido
reportados desde el siglo XIX y buena parte de ellos aparecen en el
famoso Libro de los condenados de Charles Fort.
Los testigos que dicen pasar este tipo de eventos, suelen estar
razonablemente bien de salud, haber vivido un día normal y llevan una
alimentación saludable. Ni rastro de medicamentos o alteraciones de la
percepción en sus descripciones. Un fenómeno que coloca a la conciencia de un ser humano en el cuerpo de otro. ¿Por qué a ellas?
Susan observó todo aquello con miedo y entendía que la persona en
donde había “caído”, digámoslo así, salía del funeral de algún conocido
junto a unos familiares, en otro tiempo, otra época sin duda, pasada. Lo siguiente que pasó fue que ella misma se encontró de nuevo en su coche, pasando esa casa de ladrillo en donde empezó todo.
No había pasado mucho tiempo, quizá unos segundos. No había ocurrido
nada en su coche. Seguía conduciéndolo sin problema con su pequeña
atrás, así que pensando en lo que había pasado, la protagonista llega a
la feliz boda con sus flores, hace su trabajo de fotógrafa, limpia todo
y pasa el día allí hasta que a las once menos cuarto de la noche coge
la misma carretera de vuelta pero tiene miedo de que le vuelva a pasar ese extraño deslizamiento del tiempo. Esa cosa. En las matemáticas se incluye la posibilidad de que estas eventualidades temporales respondan a un patrón
Así, decide llamar a un amigo con el bluetooth del coche hasta llegar
a Murfreesborough sin novedad. A día de hoy se conoce que en los
alrededores de esa localidad hubo una iglesia en la carretera 95 en
donde se realizaban funerales… en el siglo XIX. Un caso más de
deslizamiento del tiempo en el que ocurre algo muy curioso: si Susan
apareció en el cuerpo de la mujer llorando, ¿sería posible que
el fenómeno de los deslizamientos del tiempo hubiese colocado a una
mujer del siglo XIX al volante de un moderno coche del siglo XXI con una
niña en el asiento de atrás peinando caballos de colores? Si así fuese, y siguiendo la hipótesis que marcamos en esta serie de artículos, menos mal que fueron solo unos segundos…
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